Nos despertó la tierra, 7 y 19 de septiembre.
La vida seguía su curso hasta que el jueves 7 de septiembre la naturaleza nos envió un mensaje, y no cualquiera.
Fue la primera vibración telúrica en las zonas de Chiapas, Oaxaca, Puebla y Tabasco, dando una advertencia de lo que podía ocurrir en otras partes.
Días después, otra oscilación en principio silenciosa se comenzó a tornar con gran fuerza y nos puso, por así decirlo, a temblar. En esos momentos no nos imaginábamos el daño que traía consigo, hasta que minutos después empezaron las nubes de polvo. Lo cual, se constataba minuto a minuto con las imágenes que aparecieron en las redes sociales, mismas que sembraron el temor y terror de que podría haber derrumbes de edificios y casas, que se iban desgraciadamente confirmando, convirtiéndose en montañas de escombros, donde podía estar sepultada nuestra gente, nuestro México.
La magnitud del sismo de 7.1 grados en la escala de Richter había cimbrado a la ciudad de México y a los Estados vecinos, Estado de México, Morelos y Puebla.
La solidaridad de los mexicanos no se hizo esperar, tal como aconteció en el sismo del mismo día, pero 32 años antes, 19 de septiembre del 1985, pero hoy muchos de los actores y héroes no habían vivido o nacido en aquella época, y por ello, recuerdo a Carlos Monsiváis:
“El 19 de septiembre, los voluntarios (jóvenes en su inmensa mayoría) que se distribuyeron por la ciudad organizando el tráfico, creando “cordones” populares en torno de hospitales o derrumbes y participando activamente —y con las manos sangrantes— en las tareas de salvamento, mostraron la más profunda comprensión humana y reivindicaron poderes cívicos y políticos ajenos a ellos hasta entonces. [...].
Y en respuesta ante las víctimas, la ciudad de México conoció una toma de poderes, de las más nobles de su historia, que trascendió con mucho los límites de la mera solidaridad: fue la conversión de un pueblo en gobierno y del desorden oficial en orden civil.”
De igual forma, hoy la fuerza de México salió del voluntariado, de sus ciudadanas y ciudadanos que se integraron a los cuerpos de rescate como la cruz roja, bomberos, policía, soldados y marinos, todos ellos conforman también la ciudadanía.
Una vez más, se constata que cuando los ciudadanos se unen, integran o forman lo que es el poder ciudadano, del que hemos hablado desde el año 2011.
Una nueva generación emergió, la generación del 17 así hoy bautizada, integrada por miles de jóvenes quienes sintieron en lo más profundo de su corazón el amor por el prójimo, por su semejante, por el otro, donde les daba lo mismo meterse entre los escombros y las columnas derribadas, que sacar los ladrillos en cubetas.
Esta generación de voluntarios son los jóvenes entre los 14 y 27 años, o todos aquellos que se volcaron a participar, que salieron a las calles y ayudaron entre las ruinas y se amontonaban en los edificios colapsados, ellos fueron el alma de los centros de acopio.
No hay duda, la fuerza de México es la sociedad civil.
Con ello, confirmamos que no hay mayor fuerza en México que la participación de sus ciudadanos y la activación de la sociedad civil. Tal y como nos referimos en los libros “Manual del Poder Ciudadano. Lo que México Necesita” y “De la Protesta a la Participación Ciudadana”.
Una vez más, corroboramos que no en vano la letra de nuestra Constitución señala que el pueblo es el soberano, que no hay ningún poder encima de él:
Fue soberano, en la forma en que se tendió sin recato alguno para ayudar al que lo necesitaba.
Fue soberano, porque colaboró en las acciones del rescate. Fue soberano, en su filantropía.
Fue soberano, en consolar al desvalido.
Fue soberano, porque ha estado por encima de la propia autoridad ante el desastre natural, ya que solo pocos actores políticos aparecieron, como si la nube de polvo se los hubiera llevado.
La indignación de los ciudadanos no se hizo esperar en contra de algunas autoridades, las protestas y propuestas surgieron de la sociedad civil.
El ciudadano emergió como el eje central de la misma, como lo que es, el centro neurálgico de cualquier Estado.
Así es, el ciudadano es el eje rector de esta nueva obra así bautizada “El Ciudadano, el Enemigo y el Estado”, por ello les agradezco infinitamente a cada uno de ustedes su presencia esta noche.
Esta trilogía: el ciudadano, el enemigo y el Estado ha sido parte de la historia de la humanidad; los diversos enfoques, las distintas concepciones, son determinantes para temas de convivencia social, así como también en los ámbitos del derecho, político y filosófico.
Dos movimientos y no sísmicos con distintas posturas sacuden este texto.
La del garantismo de Luigi Ferrajoli y la del Derecho Penal del enemigo de Günther Jakobs, analizo a partir de sus posturas el sistema jurídico constitucional y en materia penal desde
1988, hasta la fecha.
La obra te invita a la polémica, al debate. El dilema surge en distinguir: quién es ciudadano, amigo o enemigo, o no amigo; esta combinación de nombres o adjetivos nos arroja un sinnúmero de interrogantes:
¿Quién es el ciudadano?
¿Cuándo el ciudadano se convierte en enemigo del Estado?
¿Cuándo el Estado convierte a un ciudadano en enemigo?
¿Cuándo el enemigo atenta contra el ciudadano o cuándo el Estado te trata como enemigo?
La obra está dividida en siete capítulos.
A lo largo del texto se analiza y discute sobre los derechos humanos, el terrorismo, el rumbo del Derecho Penal y la democracia mexicana en el Estado Social y Democrático de Derecho, ante el embate del crimen organizado.
Entre los filósofos y juristas que se retomaron para el análisis están Kai Ambos, Jean-Jacques Rousseau, Immanuel Kant, Thomas Hobbes, Johan Gottlieb Fichte, Carl Schmitt, Eugenio Zaffaroni, Francisco Muñoz Conde, Roxin, Giambattista Vico, Manuel Cancio Meliá, Miguel Polaino-Orts, Aristóteles y muchos más.
El texto nos invita a reflexionar sobre las sacudidas que ha sufrido nuestra democracia y que la han convertido en una democracia amenazada.
Por ello, planteo las siguientes interrogantes:
¿Quiénes serían los enemigos de los ciudadanos, de la sociedad y, por ende, del Estado?
¿El crimen organizado, los terroristas, los enemigos o adversarios políticos, o cobra vida hoy la figura de los partidos políticos?
Pero hoy, la ciudadanía mantiene su indignación por la falta de resultados y de alguna manera ante la crisis que atraviesan los partidos políticos, los considera los no amigos, ejemplo de ello es que, en unas cuantas horas, la plataforma change.org recaudó millones de firmas solicitando la reasignación del presupuesto de los partidos políticos para las campañas del año entrante, a las víctimas del terremoto.
Amigas y amigos:
En los sismos hay gran dolor y destrucción, por ello, lamentamos la pérdida de vidas de nuestros seres queridos, de nuestros jóvenes estudiantes y niños, que nunca olvidaremos.
Hoy, nos toca a todos nosotros la reconstrucción, lamentablemente, las vidas humanas no las podemos recuperar, la partida de nuestros hermanos mueve en la profundidad de cada uno de nosotros, nos hace reflexionar sobre el valor de la vida y el poder de la naturaleza.
La vida es breve y frágil ante la fuerza de la naturaleza, ella nos lo recuerda, pero lo pasamos inadvertido.
El movimiento de los ciudadanos ya se gestó ante el llamado de la naturaleza y desde el fondo de nuestras tierras se hacía rugir, despierta que ya es la hora de tomar las riendas.
Despierta ciudadano.
El águila debe de despertar.
Las sacudidas nos permiten que salga el polvo de lo que no nos sirve. Este terremoto externo también fue interno porque llegó hasta la esencia del ser mexicano y nos permite buscar dentro del derrumbe lo que ha quedado de pie, lo que verdaderamente tiene valor para nosotros:
Ser mexicano. Por México.
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Palabras de Ulrich Richter Morales para la presentación del libro “El Ciudadano, el Enemigo y el Estado”
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