MÓNICA E. ZENIL MEDELLÍN
Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales UNAM.
Escuela de Estudios Humanísticos ITESM-CCM
Segunda de dos partes
Escuela de Estudios Humanísticos ITESM-CCM
Segunda de dos partes
Ulrich Richter nos plantea el
desafío de aceptar que la protesta es generadora de cambio y que dicho cambio
puede ser extendido no sólo a quienes intervienen activa y visiblemente en
ella, sino que la protesta es un acto que reafirma la preeminencia del ciudadano,
al autoafirmarlo como agente en ejercicio de su capacidad de juicio,
desarrollando medidas compartidas de eficacia política, usando distintos medios
para ser escuchados por los grupos en el poder, principalmente actores
gubernamentales.
Con lenguaje claro el autor
expone las distintas formas de protestar que a lo largo de la historia reciente
han tenido resultados efectivos, vale decir, transformadores e incluso
revolucionarios. De esta manera, en el capítulo 1 —para usar las palabras de
Richter— hacemos un viaje por distintas latitudes para reflexionar sobre la
capacidad de los ciudadanos para cuestionar y proponer nuevas formas de
expresión, para mostrar y mostrarse interesados en ir más allá de externar
desacuerdos proponiendo soluciones ante el desgaste de los canales
tradicionales de representación política.
Protestar, tal como es expuesto a
lo largo del libro que tenemos ahora en las manos, es un acto inherente al ser
humano. Lograr trascender mediante la protesta es primordialmente asunto de
grupo. Por ello, en el capítulo 2, el autor esboza algunos elementos para
entender la protesta como un movimiento social en el que confluyen intereses,
identidades, expectativas y recursos para plantear, proponer o incluso forzar
un cambio social. Con ello queda evidenciado que abrir espacios de
interlocución es una tarea ciudadana que reviste una profunda significación
social: estar con otros, construyendo escenarios para el encuentro y dándoles
vida con su intervención.
Ante circunstancias
desfavorables, necesidades crecientes y ausencia de canales efectivos de
diálogo entre ciudadanos e instituciones emerge la protesta para expresar
indignación. Indignarse es consecuencia de múltiples desequilibrios, fallas e
insuficiencias de nuestros sistemas políticos. Por ello, en el capítulo 3,
Richter explica quiénes son los indignados y ante qué circunstancias estos
ciudadanos han decidido trascender su vida privada para apoderarse de los
espacios públicos. Ésta es la identidad adquirida por las más recientes formas
de protesta que hemos presenciado en diversas regiones del mundo y que lo mismo
reivindican derechos sociales que culturales; es decir, todas estas formas de
indignación contribuyen a que reflexionemos colectivamente sobre las grandes
deudas que los ciudadanos consideramos deben saldarse.
Nuestra realidad nacional no está
exenta de indignación. Las protestas han estado presentes en momentos clave de
nuestra historia y han detonado cambios sin los cuales no podríamos comprender
nuestro presente social. Por ello, en la parte final del citado capítulo 3, el
autor analiza los movimientos de indignación que recientemente han aparecido en
nuestro país.
Protestar e indignarse son
premisas para impulsar la participación. ciudadana. En esencia, participar
significa actuar con otros para lograr fines comunes. Los ciudadanos
participamos motivados por distintos intereses y, como nos lo explica el autor
en el capítulo 4, por la necesidad de expresar nuestro descontento; pero sobre
todo participamos para expresar lo que desearíamos que sucediera a nuestro
alrededor: mayor justicia, menor desigualdad, más diálogo, acuerdos más
incluyentes. Los planteamientos que podemos extraer de las protestas ciudadanas
son numerosos si aprendemos a ver más allá del reclamo, a veces espectacular,
para descubrir que en ellas está contenida la ampliación y fortalecimiento de
nuestra vida democrática. Participar como ciudadano, propone Richter, es una
responsabilidad con otros ciudadanos y con nuestro país.
Así, protestar y participar son
dos verbos que conjugamos primordial, aunque no únicamente, los ciudadanos.
Debemos entender nuestras diferencias de modo constructivo y potenciar los
canales de interlocución con nuestras instituciones, así corno con otros
ciudadanos. Encontrar soluciones a los múltiples conflictos que vivimos en
nuestro entorno no tiene por qué ser causa de otros conflictos; sin embargo,
debemos entender que con ellos estamos fortaleciendo nuestra capacidad de
diálogo, nuestros deseos de apertura de nuevos ámbitos de participación en
donde se fortalezcan los derechos básicos y se incorporen otros provenientes de
la protesta e indignación ciudadana.
En síntesis, la lectura de este
libro nos alerta sobre la necesidad de abrir los espacios, tender puentes y
generar los vínculos con otros ciudadanos para, como sostiene Alain Touraine,
hacer que la democracia progrese más por la voluntad de igualdad que por el
deseo de libertad. Con De la protesta a la participación ciudadana, Ulrich
Richter Morales nos provoca a reflexionar, a dar un giro a un hecho social que
es cada vez más cotidiano: la indignación. Esto es particularmente importante
en un momento en que buscamos revalorar hacia dónde queremos que vayan nuestras
instituciones, nuestra democracia. Este libro nos invita a pensar, y la historia
nos ha demostrado que pensar es el primer acto de protesta.
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