miércoles, 18 de noviembre de 2015

LA DIGNIDAD Y LOS CIUDADANOS



La dignidad de los ciudadanos hace fuerte a un país. En contraparte, están aquellos que pretenden imponer a otros sus propias reglas de convivencia


Los ciudadanos tenemos que ser dignos. Ser ciudadano de un país es ya de por sí un cargo honorífico. Una de las tesis de mi libro Manual del Poder Ciudadano es que el ciudadano es aquél que respeta las normas o reglas de convivencia; por tanto, es un privilegio contar con ciudadanos. Eso es lo que hace fuerte a un país.

Sin embargo, se encuentra la otra categoría, la del habitante, aquél que, lejos de cumplir con las reglas de convivencia, pretende implantar sus propias reglas, por lo que no goza de la cualidad de digno. Ejemplos de ello resultan ser muchos de los sonados casos que se han suscitado en México en los últimos años, potenciados por las redes sociales: las famosas “ladies” y “gentlemans” de Polanco y de cualquier otro lugar del país. Sin duda que sabes bien de quiénes hablamos.

Otra cara de la moneda la encontramos en la autoridad: ésta debe ser digna, honorífica, para ganarse el respeto que los ciudadanos no le han dado. Los significados que podemos atribuir a la palabra dignidad son diversos, y también son múltiples las formas de expresarlos.

"La dignidad —sostenía Aristóteles— no consiste en nuestros honores, sino en el reconocimiento de merecer lo que tenemos." Es un valor que corresponde al ser humano, no por su capacidad, sino en tanto que la persona "ha de ser afirmada por sí misma y por su dignidad", escribe Platón."

Según Mahatma Gandhi, "en cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle".

Por su parte, el analista Federico Reyes Heroles precisa:

"El asunto de la dignidad es a la vez complejo y muy sencillo. Complejo porque está más allá de la ley. Se puede estar en la legalidad y ser indigno. Sencillo porque la indignidad es burda. Complejo porque no hay una receta universal de dignidad. Sencillo porque ella es la falta de respeto de un ser humano a sí mismo. Digno: "Gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse", nos dice la Academia. Una persona indigna deja de merecerse a sí misma. Sus palabras se desintegran, pierden todo peso porque sabemos que nadie las respalda".

Señalan Agustín Squella Narducci y José Luis Guzmán Dalbora: 

La dignidad humana no es un concepto jurídico ni tampoco político, como sí lo son, respectivamente, "derechos" y "democracia". Dignidad humana es, ante todo, un concepto filosófico, pero es esa dignidad la que brinda apoyo o, si se prefiere, fundamento a instituciones jurídicas y políticas, tal como puede apreciarse en el caso de los dos conceptos antes aludidos. Si el hombre tiene ciertos derechos fundamentales es, precisamente, en razón de su dignidad, y si la democracia constituye una forma de gobierno en la que las decisiones colectivas se adoptan con algún grado importante de intervención de los propios sujetos que quedarán luego vinculados por ellas, es igualmente en razón de la dignidad que a esos sujetos se reconoce. 

Podremos advertir que en nuestro lenguaje cotidiano utilizamos mucho la palabra "dignidad", pero es importante enfatizar que es un principio en el que se basa todo estado social y democrático de derecho. La CPEUM señala: "Todo individuo tiene derecho a recibir educación". Además: 

c) Contribuirá a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de individuos. 

Entendiendo plenamente el concepto de Dignidad, será posible referirnos, en la siguiente entrega de este Blog, al gran sentimiento de Indignación, mismo que ha sido motor de tantos movimientos de protesta ciudadana que hemos vivido en los últimos tiempos.

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