miércoles, 23 de abril de 2014

¿EL PODER? ¿QUÉ ES ESO?



Estarás de acuerdo conmigo en que la sola palabra "poder" causa polémica. Aún más, "entre los deseos infinitos del hombre, los principales son los de poder y de gloria. No son idénticos, aunque están estrechamente aliados: el primer ministro tiene más poder que gloria, el rey tiene más gloria que poder [...] sin embargo, el camino más fácil para obtener la gloria es obtener el poder".

Para algunos es apasionante, y unos cuantos se obsesionan y dedican su vida entera a alcanzarlo y conservarlo, como oro. Hay quien, al contrario, se pasa la vida intentando combatirlo, como si fuera una plaga.

Para otros tantos, sin embargo, como diría el filósofo español Heleno Saña, el poder "no es más que un rasgo primario de la naturaleza humana".

Pero así creas que el poder es un simple instrumento, una bendición, una maldición o algo inherente a la naturaleza humana, su estudio es obligado si queremos culminar nuestra tarea de transformar al país.

¿Qué es el poder?

Te aclaro, hablaré del poder sobre los hombres, no del poder sobre la materia.

Es probable que nada, o casi nada, sepamos acerca del poder que tenemos; quizá suceda lo mismo sobre el poder en general. Podríamos hacernos varias preguntas al respecto: ¿qué es el poder? ¿Cómo se obtiene? ¿Quiénes lo detentan? ¿Cómo funciona? ¿Qué costos tiene? ¿Dónde surge?, ¿De un ser supremo, de Dios; del espíritu o del rey, monarca, o príncipe; del papa o del obispo, del presidente o jefe de Estado? Y si así fuera, ¿quién lo legitima?

Tal vez lo que en realidad deberíamos preguntarnos es: ¿no provendrá el poder de la voluntad de todos nosotros?

La sociabilidad del ser humano, por primitivo que sea, va ineludiblemente acompañada del poder: el que ejerce el jefe de la tribu sobre los miembros de ésta, el del jefe de la familia sobre sus hijos y la esposa en un patriarcado, o el de ella sobre los demás si se trata de un matriarcado.

Ya desde la antigua Grecia, Aristóteles distinguía tres formas de poder con base en diferentes tipos de sociedad: la primera nos es bien conocida, pues se trata del poder del padre sobre los hijos, caso en el que los beneficios recaerían en estos últimos; la segunda es el poder que tiene el amo sobre sus esclavos, en beneficio del primero, y la tercera es el que ejerce el gobernante sobre los gobernados.

En cuanto a esta tercera forma, ¿qué poder tenemos los ciudadanos? Nuestros gobernantes ejercen poder sobre nosotros, pero esto no quiere decir que nosotros no tengamos poder. Tampoco quiere decir, sin embargo, que por tenerlo no debamos obedecer a quien lo ejerce de manera legítima. Ya hemos hablado de que, para vivir en paz y armonía, debemos respetar ciertas reglas.

Respecto a quienes no están de acuerdo con el poder, e incluso lo han evitado y combatido a toda costa, Saña nos recuerda:

Solón se alejó durante diez años de Atenas para no asumir el puesto de tirano, como esperaban de él sus conciudadanos. A esta tradición irénica y antimperativa pertenecen apóstoles de la paz como Tolstoi, Gandhi o Simone Weil, que eligió el sufrimiento voluntario como norma de conducta. Éstos y otros muchos ejemplos parecen demostrar que el afán de poder es más un producto ideológico, sociológico e histórico que un rasgo innato de la naturaleza humana.

Por eso uno de los temas cruciales de poder es, sin duda, su ejercicio, su manejo, las consecuencias que se desprenden de ello. Su movimiento expansivo tiene muchos efectos, es cierto, a lo largo de la historia los poderosos para bien o para mal, han llevado los destinos de los hombres, instituciones, empresas y de las naciones.

Como hemos hecho en prácticamente todos los capítulos, veamos ahora lo que dice el diccionario sobre el poder.

1. Dominio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para manejar o ejecutar algo.


2. Gobierno de algunas comunidades políticas.


3. Acto o instrumento en que consta la facultad que alguien da a otra persona para que en lugar suyo y representándolo pueda ejecutar algo. [...]


4. Posesión actual o tenencia de algo. [...]


5. Fuerza, vigor, capacidad, posibilidad, poderío.

La primera definición nos refiere al dominio, el ejercicio del poder. La segunda remite al gobierno, al que me referiré al tratar el tema del poder político. La tercera indica un documento en el que otorgamos una autorización a otra persona para hacer algo a nuestro nombre. La cuarta se refiere a la posesión de bienes, y la última al poder como sinónimo de fuerza. El poder ha sido un tema tan constante a lo largo de la historia que ha dado lugar a la cratología.

Un pensador clásico sobre el poder es Thomas Hobbes, quien escribió en Leviatán:

El poder de un hombre lo constituyen los medios que tiene a mano para obtener un bien futuro que se le presenta como bueno. Puede ser original o instrumental. El poder original es un grado eminente de facultades corporales o mentales, como la fuerza extraordinaria, la apariencia, la prudencia, la habilidad, la elocuencia, la liberalidad, la nobleza. Instrumentales son aquellos poderes que, adquiridos mediante éstos, o por fortuna, son medios e instrumentos para adquirir otros más: riquezas, reputación, amigos, y ese secreto designio de Dios que los hombres llaman buena suerte. Porque, en este punto, la naturaleza del poder es como la fama: que va aumentando conforme sigue su proceso; o como los cuerpos pesados, que cuanto más larga es su caída, más aceleran su movimiento.

Al respecto Russell señala:

"Como la energía, el poder tiene muchas formas: la riqueza, los armamentos, la autoridad civil, la influencia de opinión".'

Norberto Bobbio, a quien ya me he referido, cita a Hobbes al definir este concepto:

"El poder se ha definido tradicionalmente como 'consistente en los medios para obtener determinada ventaja' (Hobbes) o, análogamente, como el conjunto de medios que permiten conseguir los efectos deseados' (Russell)".

Y añade:

"Al ser uno de estos medios el dominio sobre los otros hombres (junto con el dominio de la naturaleza), el poder queda definido como una relación entre dos sujetos en la que uno impone al otro la voluntad propia y determina contra la de aquél su comportamiento".

Bobbio apunta que esta definición debe completarse "con la posesión de los medios (de los que los dos principales son el dominio sobre otros hombres y el dominio sobre la naturaleza) que permitan conseguir, en efecto, 'alguna ventaja' o los 'efectos deseados'".

Por su parte, Max Weber amplía los conceptos de dominación y fuerza:

En la definición clásica de poder, Weber diferencia el poder entendido como fuerza (Macht), que explica la posibilidad de imponer la voluntad a terceros, incluso cuando estos terceros ofrezcan resistencia, de dominación (Herrschaft). La dominación no hace tanto referencia a la imposición de la voluntad de un sujeto sobre otros, sino al hecho de obtener obediencia por parte del sujeto que recibe una orientación. Dominación implica que el sujeto subordinado actúa voluntariamente, respondiendo de manera obediente por razones de disciplina, de creencia o de mero hábito. Weber destaca en la dominación tanto la acción positiva del dominante como la aceptación, en tanto que legítima, del dominado. Toda dominación debe, por tanto, responder a una razón justificadora; esto es, toda Herrschaft se fundamenta en la legitimidad."

La legitimidad es de vital importancia en relación con el ejercicio del poder. Los padres tienen el poder de corrección sobre los hijos; de hecho, son los legítimos autorizados para ello. El tema se complica al trasladarnos a la esfera del poder político, pues la legitimación de este poder debe estar siempre en una ley suficientemente explícita. De ahí que en el poder político se haga uso de la fuerza.
Cuando, por su parte, Friedrich Nietzsche habla de poder, se refiere a la posibilidad de hacer, de transformar el mundo en que vivimos. Este enfoque no nos es ajeno, en tanto que los ciudadanos debemos tener voluntad para transformar nuestro entorno.

LAS FORMAS DEL PODER

Los criterios para diferenciar entre diversas formas, de poder han cambiado a lo largo de la historia. Como propone Elisur Arteaga, para determinar sus clasificaciones es necesario identificar los elementos involucrados en una relación de poder: un titular, un periodo, si es limitado o ilimitado, si es impuesto o consensado, cuál es su ámbito de acción (político, social, económico) y cuál es su base (monárquico, oligárquico o democrático).

EL PODER POLÍTICO

Ciertas personas harían lo imposible por tener este' poder, aunque fuera un momento.

Uno de los autores más reconocidos sobre este tema, es Nicolás Maquiavelo, quien describió la actividad política tal; cual es. A él le debemos la célebre frase "El fin justifica los medios". Recogió algunos de sus pensamientos más relevantes en El príncipe y Los discursos sobre la primera década de Tito Livio.

Pero ¿qué se entiende por "política"?

Dice Bobbio:

Derivado del adjetivo de pólis (politikós), que se refiere a todo lo relativo a la ciudad, es decir, ciudadano, civil, público y, por tanto, sociable y social, el término "política" se nos ha transmitido por influjo de la gran obra de Aristóteles, titulada Política, que debemos considerar el primer tratado sobre la naturaleza, funciones y partes del Estado, y sobre las diferentes formas de gobierno, es decir, de reflexión ya sea de alcance meramente descriptivo o prescriptivo (ambos aspectos resultan difíciles de distinguir) sobre las cosas de la ciudad. [...] Durante siglos, el término "política" se ha utilizado principalmente para hacer referencia a las obras dedicadas al estudio de aquella esfera de la actividad humana que, de alguna forma, se refiere a las cosas del Estado."

FIN DE LA POLÍTICA

Aristóteles señalaba que el fin de la política no es simplemente vivir, sino vivir bien. A partir de esta tesis se han desarrollado diversos postulados, los cuales apuntan a que el fin de la política es en última instancia el bien común. Bobbio, sin embargo, no acepta esta proposición, pues observa que el concepto de "bien común" es demasiado general y sólo designa a aquel bien que comparten todos los miembros de un determinado grupo. Dicho bien no es otro que la convivencia ordenada, el orden.

Las reflexiones de dichos autores me dejan pensando que si el fin de la política es el vivir bien. ¿Qué le podemos decir a los sesenta millones de pobres que viven en nuestro país?

En cuanto a la convivencia ordenada que nos comenta Bobbio, tampoco la tenemos, pues no hay un orden y lo que deseamos es vivir en paz.

Pero no podemos ignorar que, para algunos, el fin de la política es el poder; es decir, el poder por el poder. De acuerdo con Bobbio –yo comparto su opinión plenamente– se equivocan:

El poder por el poder es la forma degenerada del ejercicio de cualquier forma de poder, que puede tener por sujeto tanto a quien ejerce el poder con mayúsculas, que es el poder político, como a que ejerce un pequeño poder, como puede ser el de un padre de familia o un capataz que supervisa a una docena de trabajadores. [...] Si el fin de la política (y no del hombre político maquiavélico) fuera realmente el poder por el poder, la política no serviría para nada."

Continuamos la semana entrante… Gracias por estar aquí…

lunes, 7 de abril de 2014

DEMOCRACIA… LA MENOS MALA DE LAS OPCIONES



Escribe el politólogo estadounidense Robert Dahl: "sería un grave error esperar demasiado de cualquier gobierno, incluso de un gobierno democrático".

Ninguna forma de gobierno, añade este profesor emérito de Yale, garantiza que los ciudadanos sean felices, prósperos, saludables, sabios, pacíficos o justos. Incluso, en la práctica, los ideales de la democracia siguen sin realizarse.

El ciudadano es el único que puede conseguir su propia felicidad, la prosperidad, la salud y la paz.

Mientras seamos cada vez más ciudadanos los que compartamos los mismos ideales, más fácil nos será tener una comunidad más próspera, pacífica y feliz.

Los ideales democráticos pueden no ser realidad todavía, como bien nos recuerda Dahl, pero eso no impide encontrar serios beneficios en la democracia y ubicarla como la alternativa más factible:

-La democracia ayuda a evitar el gobierno de autócratas crueles y depravados.


-La democracia garantiza a sus ciudadanos una cantidad de derechos fundamentales que los gobiernos no democráticos no garantizan ni pueden, garantizar.


-La democracia asegura a sus ciudadanos un ámbito de libertad personal mayor que cualquier alternativa factible a la misma.


-La democracia ayuda a las personas a proteger sus propios intereses fundamentales.


-Sólo un gobierno democrático puede proporcionar una oportunidad máxima para que las personas ejerciten la libertad de autodeterminarse, es decir, que vivan bajo las leyes de su propia elección.


-Solamente un gobierno democrático puede proporcionar una oportunidad máxima para ejercitar la responsabilidad moral.


-La democracia promueve el desarrollo humano más plenamente que cualquier alternativa factible.

-Sólo un gobierno democrático puede fomentar un grado relativamente alto de igualdad política. Las democracias representativas modernas no se hacen la guerra entre sí.


-Los países con gobiernos democráticos tienden a ser más prósperos que los países con gobiernos no democráticos.

De acuerdo con el filósofo y economista Amartya Sen, la democracia enriquece de tres formas la vida de los ciudadanos:

-mediante el ejercicio de los derechos civiles y la libertad política, porque este sistema estimula –necesita, de hecho– la participación de la comunidad en la vida política del país;

-gracias a la mayor atención de la clase política a las demandas y necesidades de la ciudadanía;

-mediante el aprendizaje recíproco de los ciudadanos, además de la ayuda a la sociedad para formar sus valores y establecer sus prioridades. 

MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA

Los medios de comunicación han desempeñado un papel muy importante en nuestra democracia. Podría decirse, incluso, que unos y otra se necesitan mutuamente, pues sin libertad de expresión e información no hay democracia ni medios. Dichas garantías reflejan de algún modo el grado de democracia vigente en un país.

En México, el ejercicio de las libertades de que gozan los medios de comunicación es respetado en general. Aunque de manera imperfecta e incompleta, la libertad de expresión e información está presente entre los ejes de desarrollo que se han propuesto diferentes instancias gubernamentales.

La labor de los medios es imprescindible para cualquier régimen democrático. A fin de cuentas, a todos los ciudadanos nos interesa saber qué hacen nuestros gobernantes y cómo utilizan nuestros recursos.

El autor estadunidense Frank Bealey señalaba con justicia lo siguiente:

"Sin conocimiento, la democracia es un sistema defectuoso".

Fernando Savater también identifica a los medios como indispensables para el ejercicio de la democracia, pues "configuran el espacio público en el que los ciudadanos se encuentran virtualmente. [...] Lo que en la democracia ateniense fue el ágora [...] lo constituyen hoy los periódicos, las televisiones, los radios, los blogs y el internet".

Por su parte, William N. Nelson opina que 

lo importante en un sistema democrático de gobierno no es que los procesos de toma de decisiones se realicen públicamente. [...] La democracia requiere que la casa del poder sea una casa de cristal, lo cual sólo es posible si su mecanismo decisorio actúa au grand jour, a plena luz del día.

Este autor recuerda que no en balde se conoce a los medios como el "cuarto estado" (o poder), a causa de la gran influencia que ejercen en la clase política y en la ciudadanía. Los medios son, de hecho, la fuerza más poderosa de todas.

Una de las conclusiones más evidentes y apremiantes que podemos sacar de ello es que los medios deben estar desvinculados de los partidos e ideologías políticas. Es fundamental que se presenten como defensores de la verdad y la objetividad.

Desafortunadamente, esto no siempre sucede en nuestro país. Precisamente el reclamo de algunos jóvenes universitarios fue la falta de democratización de los medios de comunicación en el periodo electoral de 2012, lo cual dio nacimiento al movimiento #YoSoy132.

Algunos autores europeos señalan que, para que un sistema democrático funcione, los medios deben:

-vigilar el entorno sociopolítico, informando de aquello que pueda afectar, positiva o negativamente, al bienestar de los ciudadanos;


-servir para el diálogo entre el rico abanico de opiniones, así como entre los detentadores del poder y el público en general;


-servir de mecanismo para exigir responsabilidades a los que ostentan cargos públicos por la forma en la que ejercen el poder;


-proporcionar incentivos para que los ciudadanos aprendan, elijan y se comprometan con el proceso político, y


-resistir las fuerzas externas que pretendan socavar su independencia, integridad y capacidad para servir a la audiencia.

En resumen, los medios deberían informar de manera honesta y puntual acerca de los asuntos de interés público.

Su papel es servir de lugar de encuentro del pluralismo político y social.

Si cumplen la función que la sociedad les ha otorgado, podrían ser fundamentales para ayudar a construir ciudadanía.

La concordia de todos los mexicanos es el objetivo final, y para ello, un gran aliado son los medios de comunicación.

En mi opinión, la construcción de ciudadanía a través de los medios debe tener dos ejes centrales. El primero deriva del mandato constitucional que establece al IFE (ahora llamado INE) como responsable de la educación cívica de los mexicanos.

Propongo que los medios contribuyan a la educación cívica, refrendando en su participación los valores cívicos, y por qué no realizar programas en torno al ciudadano y la participación de los derechos ciudadanos.

El segundo eje consiste en que las televisoras den más espacio a la participación ciudadana.

Ciertamente ha habido algunos avances en esto, pero se han quedado en debates de politólogos y académicos, hay que llevarlo a nivel del ciudadano y que participen.

Lo que no ha sucedido a cabalidad es que el ciudadano mismo participe.