martes, 27 de mayo de 2014

SOCIEDAD Y CULTURA, TOLERANCIA Y CONSENSO



El significado del término "cultura" ya no se restringe al cultivo de las ideas y la razón. Hoy se han propuesto usos mucho más amplios. Por ejemplo, el antropólogo británico Edward Burnett Taylor plantea que cultura es "aquel conjunto complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, leyes, moral, costumbres, así como otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de una comunidad".

Por su parte, el antropólogo y jurista Bolfy Cottom explica: 

Entiendo por cultura el conjunto de símbolos, valores, actitudes, habilidades, conocimientos, significados, formas de comunicación y organizaciones sociales, y bienes materiales que hacen posible la vida de una sociedad determinada y le permiten transformarse y reproducirse como tal de una generación en las siguientes. 

El sociólogo Ely Chinoy señala a su vez que la cultura está integrada por tres grandes categorías de componentes: 

las instituciones, es decir, aquellas reglas o normas que rigen la conducta; las ideas, esto es, el conocimiento y las creencias de toda clase —teológicas, filosóficas, científicas, tecnológicas, históricas, sociológicas, etcétera—, y los productos materiales o artefactos que los hombres producen y utilizan a lo largo de sus vidas colectivas. 

Nuestro actuar como seres humanos gira en torno a normas sociales. Si no las respetamos, nuestra sociedad no podrá marchar bien. Si persisten la impunidad, la intolerancia, la ilegalidad, el enriquecimiento ilícito de ciertos políticos llegaremos al extremo de que nuestros jóvenes y niños confundan desde pequeños los usos y costumbres positivos con los negativos.

Es necesario revertir la tendencia de dichos populares como el de que "El que no transa, no avanza", que hasta un niño conoce. Para ello, sin duda hará falta el apoyo de los medios de comunicación, la sociedad, los educadores y la clase gobernante. A propósito, ¿cuántos servidores públicos federales han sido enjuiciados por enriquecimiento inexplicable en el sexenio pasado? No debemos permitir que el enriquecimiento de los servidores públicos siga siendo parte de nuestra cultura. 

SOCIEDAD PLURALISTA, TOLERANCIA Y CONSENSO 

¿Dónde empiezan y terminan tu sociedad y tu cultura? Después de todo, no tenemos las mismas creencias, comportamientos y costumbres. El pluralismo que hoy vivimos es lo que Giovanni Sartori llama "sociedades abiertas".

Una sociedad plural supone que una amplia gama de formas de vida conviven entre sí. Una condición indispensable para ello es ser tolerantes e incluyentes, y no sólo con los grupos indígenas, sino también en las urbes, donde suele ser muy difícil estar abiertos a los puntos de vista de los demás. 

 Los mexicanos nos hemos vuelto intolerantes. Yo soy el primero en subir al elevador, en mi vehículo no cedo el paso al peatón ni a otro vehículo, me estaciono en rampas para discapacitados, maltrato a la gente que me está atendiendo... Pero la tolerancia es una de las virtudes del ciudadano. La filósofa Sofia Reding juzga que la tolerancia no debe entenderse como sinónimo de dejadez, sino como aprecio por la diversidad.

Por su parte, Sartori opina que: 

el grado de elasticidad de la tolerancia se puede establecer con tres criterios. El primero es que siempre debemos proporcionar razones de aquello que consideramos intolerable (y, por tanto, la tolerancia prohíbe el dogmatismo). El segundo criterio implica el harm principle, el principio "de no hacer el mal", de no dañar. Es decir, que no estamos obligados a tolerar comportamientos que nos infligen daño o perjuicio. Y el tercer criterio es obviamente la reciprocidad: al ser tolerantes con los demás esperamos, a nuestra vez, ser tolerados por ellos. 

Asimismo, Sartori opina que la tolerancia puede contribuir de manera positiva a alcanzar consensos:

El consenso puede ser pura y simple aceptación, un confluir generalizado y sólo pasivo. Incluso así, el consenso es un compartir que de alguna manera une. Y esta definición pone bien de relieve la conexión entre en concepto de consenso y el de comunidad."

miércoles, 14 de mayo de 2014

SOCIEDAD CIVIL EN CRISIS


Nuestra vida gira alrededor de la convivencia con nuestros semejantes; tan es así, que el mismo Aristóteles ya decía que el ser humano es por naturaleza un ser social. No estamos solos, vivimos en sociedad.

El sociólogo Ely Chinoy, citado por Moisés Cruz Gayosso, Alfonso E. Ichoa Hofmann y Jorge Robles Vázques en el texto Teoría General del Estado, explica que, "en su uso más general, la sociedad se refiere meramente al hecho básico de la asociación humana". Esta alianza, en cierto modo involuntaria, está formada en el caso de nuestro país por todos los mexicanos.

Es claro que nuestra asociación con los demás se ha ido deteriorando, pues hoy lo que menos existe es cordialidad o cooperación, concordia o armonía ente nosotros. Hemos fallado todos.

MÉXICO, NUESTRA EMPRESA

También podemos trasladar este término de "sociedad" al día a día de los comerciantes y los empresarios. Para hacer negocios, para tener una empresa, a veces es necesario formar una sociedad, por ello se llama socios a quienes la integran. De ahí proviene mi expresión de que todos somos socios de una sociedad. Nuestra sociedad está compuesta por todos los mexicanos y su nombre es México.

Como diría el periodista Carlos Fernández Vega: esto es México, S.A. La metáfora es interesante en sí misma, pero, pensemos, ¿qué sucede cuando algunos de los socios se la pasan peleando, otros no respetan las reglas de operación y algunos más ni siquiera se presentan a las juntas?

La mayoría de nosotros no nos dedicamos a trabajar por el bienestar de la sociedad, sino por nosotros mismos. Por lo tanto, no es de sorprender que los resultados no sean satisfactorios para los socios y, en consecuencia, que la sociedad no se dirija hacia un buen destino.

La verdad es que los sectores que integran a nuestra sociedad han perdido sus valores, permea el individualismo –lo cual podría parecer que se contrapone con nuestra naturaleza de animal social. Tendemos a velar por los intereses de todos los socios, y no por un grupo minoritario.

LAS FALLAS DE TODOS

Es claro que no estamos haciendo "la tarea"; ni los directivos, que serían la clase política, ni los socios, que somos todos los ciudadanos. En conclusión: hemos fallado todos.

Pero como dice Juan Martín López-Calva, académico de la Universidad Iberoamericana, en Educación humanista:

el punto de partida es el ser social del ser humano que así como es "estructuralmente ético", es también "estructuralmente social". No hay “yo” si no hay otro “yo”, los otros son la referencia necesaria para encontrar la propia identidad. Para ser "yo", tenemos que ser "otro", tenemos que buscarnos entre "los otros”, los otros que pueden llegar a ser el infierno pero que también pueden ser la salvación para el "yo”. Porque "todo lo que sabemos lo sabemos entre dos" y "todo lo que somos lo somos entre todos".

¿De qué se compone la sociedad? ¿De dónde obtiene su vigor? Lo obtiene de lo que el experto José Antonio Fernández llama "columnas":

las fuerzas que dan forma a la sociedad. Éstas se dan en tres ámbitos: los valores, que son los elementos legitimadores de la sociedad; la cultura, que es el acto del simbolismo y la sensibilidad expresivos, y la estructura social, que es el conjunto de ordenamientos sociales atinentes a la distribución de las personas en ocupaciones y en el orden político.

VALORES Y TEJIDO SOCIAL

Hoy en día, los mexicanos estamos reprobados en estas tres áreas. Nuestros valores están en franca decadencia, prevalecen el egoísmo y el materialismo excéntrico; en cuanto a la cultura y estructura social, nuestra tendencia a incumplir las reglas de convivencia es proverbial y, por lo tanto, los ordenamientos sociales han dejado de funcionar.

En otras palabras, los modos de vida, las relaciones sociales, las normas y nuestros valores se han trastocado, el tejido social se encuentra rasgado.

Las normas ya no se respetan, hoy priva la ley del más fuerte, el materialismo y el consumismo están a tope y rigen nuestras vidas. Tan es así, que no falta quien admire las riquezas producto de la ilegalidad y la corrupción. Por eso es necesario que retomemos el camino.

Para comprender lo importante que es comenzar a pensar como sociedad para nuestro futuro, veamos cuál era la visión de Marx y Engels sobre la sociedad civil:

-Representa el espacio de expresión y satisfacción de las necesidades de los individuos.


-Abarca todo el intercambio material de los individuos, sobre la vida comercial e industrial.


-Su organización se basa, pues, en la producción y el intercambio.


-Constituye la base del Estado.

-Está tramada y regulada por una normativa jurídica que establece derechos y deberes cívicos y sociales, y, por ello, también en alguna medida, políticos. Y es que ni la sociedad civil ha de desentenderse de la organización política de la sociedad ni el Estado, como expresión del poder político jurídica y legítimamente instituido, puede desentenderse de la sociedad civil.

Quisiera detenerme en los dos últimos puntos. El andamiaje al que se refieren Marx y Engels está conformado por normas, las cuales nos confieren derechos y obligaciones a la vez. Se trata de un andamiaje enorme, esto es cierto, pero desgraciadamente cada vez somos más los ciudadanos que cedemos a la tentación de romperlo.

En consecuencia, la sociedad misma está en crisis, y siendo ella la base del Estado, no debería sorprendernos que éste se encuentre sumido también en una crisis severa. 

SOCIEDAD-AUTORIDAD 

Analicemos este divorcio entre la sociedad civil y autoridad. Hoy en día la sociedad civil reclama con toda razón que la autoridad no ha podido garantizarle la mínima seguridad. La policía de varios municipios de nuestra República se ha corrompido y se ha convertido en un enemigo la sociedad civil. El orden se ha trastocado.

Hay un común denominador en esta crisis: la disolución del vínculo social en diversos escenarios. Los ciudadanos se han alejado de sus representantes, que son los diputados y senadores; y lo mismo sucede en los demás ámbito de gobierno.

De igual manera, la sociedad civil se ha distanciado de las autoridades policiacas. La sensación de desconfianza por la justicia es muy fuerte, algo a lo que ha contribuido la falta de transparencia en los procesos judiciales.

A este respecto, sin embargo, y gracias a la presión de diversos sectores de la sociedad, mediante reformas a la Constitución se establecieron los procesos orales, buscando hacer más ágil y transparente la justicia.

La confianza recíproca entre la autoridad y la sociedad civil es imprescindible. Los agentes policiacos deben ser confiables para la sociedad, pero también esperan que ésta sea confiable para ellos. No es cuestión menor que el policía también merece un mínimo de formación, preparación y un salario digno y decoroso. Además, todo servidor público cuyo trabajo implique riesgos a la salud y la vida necesita la garantía de que su familia tendrá asegurado el sustento y la educación en caso de sufrir alguna desgracia. 

Necesitamos una sociedad civil que denuncie, que participe, que sea solidaria, que tenga voz, que exija cuentas. Este es el mejor contrapeso posible a la autoridad. No debemos permitirnos nunca ser una sociedad anestesiada; peor aún, una sociedad que padezca Alzheimer. 

lunes, 5 de mayo de 2014

EL CIUDADANO FRENTE A LOS PODERES



Todo poder, sin importar su ámbito, es en cierta medida político. Por lo menos eso opina Arteaga: 

Desde el punto de vista formal, pasando por alto su naturaleza, todo poder previsto o regulado por la Constitución es político, no importa que se trate de materias económicas o sociales; éstas se han incorporado a la Carta Magna en virtud de que influyen en el poder estimado netamente político o porque lo neutralizan.

El abogado, activista ciudadano y politólogo José Elías Romero Apis refiere en Hacia una teoría pura del poder los siguientes conceptos distintivos respecto del poder:

Soberanía: fórmula del depósito original del poder.
Democracia: fórmula del depósito derivado del poder.
Libertad: fórmula del límite del poder.
Justicia: fórmula del respeto del poder.

Para que el poder político sea válido, debe ser legal y legítimo. El concepto de legalidad nos remite al concepto de legitimación. En efecto, el poder político debe estar expresado claramente en la ley, pues no se puede ejercer ningún poder de esa clase que esté fuera del ordenamiento jurídico.

Un poder puede considerarse legítimo cuando quien lo detenta lo ejerce con justo título. Esto ocurre sólo en la medida en que quien lo ejerce está autorizado por una norma o conjunto de normas que establezcan claramente quién tiene el derecho de mandar y quiénes tienen, y en qué circunstancias, la obligación de obedecer. Estas normas son para nosotros las escritas en la Constitución.

LA COACCIÓN

La coacción también es una forma de poder político, porque es la capacidad que tienen los gobernantes para inducir a los gobernados que actúan al margen de las normas, mediante el uso de la fuerza. Te preguntarás por qué se necesita la fuerza. No todos entienden que el cumplimiento voluntario de las reglas es fundamental para poder convivir. La fuerza es el medio a la mano para obligarlos a cumplir.

Sin embargo, no hay que confundir coacción con represión. La represión no puede funcionar, de ninguna manera, como justificante del poder. La represión no legitima. Al respecto, uno de los pensadores que más se han ocupado del poder, Michel Foucault, señala que

la noción de represión es totalmente inadecuada para dar cuenta de lo que hay justamente de productor en el poder. Cuando se definen los efectos del poder por la represión, [...] se identifica el poder a una ley que dice no. [...] Ahora bien, pienso que ésta es una concepción negativa, estrecha, esquelética del poder que ha sido masivamente compartida. 

La represión no goza de muchos simpatizantes, por lo menos en el pueblo, pues el uso de la fuerza impide que los ciudadanos se unan a su gobierno. La represión y la fuerza evitan que haya cohesión en la sociedad. Un proyecto ciudadano común no puede darse por la vía de la fuerza. El diálogo y el entendimiento entre ciudadanos y gobernantes es fundamental para ello.

EL PODER ES EFIMERO, NOSOTROS SIEMPRE SEREMOS CIUDADANOS 

Detentar poder político tiene ventajas y desventajas. Quien lo utiliza para su beneficio personal, tarde o temprano pagará la factura. Debemos recordar que el manejo del poder tiene repercusiones públicas; se puede convertir en un potro salvaje que tumbe al jinete si no se le sabe controlar. El poder puede cambiar a las personas, sus principios, su educación. Por eso quienes lo ejercen deben ser muy cuidadosos.

Una nota positiva en la relación de poder entre ciudadanos y gobernantes tiene que ver con la temporalidad. Nosotros siempre seremos ciudadanos; en cambio, el político puede dejar de serlo de un momento a otro. Para decirlo de otro modo: podemos saber cuándo comenzará el poder, pero no cuándo termina. De ahí que "el poder político [sea] muy efímero, sobre todo en las democracias. [...] El poder prolongado es, históricamente, un síndrome de dictadura. [...] Pero en la democracia lo único permanente somos los ciudadanos".

EL PODER ECONÓMICO

De acuerdo con Bobbio, lo que distingue al poder económico es la posesión de bienes. De este modo, el simple hecho de poseer algo que la sociedad ha juzgado como "necesario" puede otorgar gran poder sobre quienes carecen de ello. Visto así, y según Bobbio, el poder económico es: 

el que se sirve de la posesión de ciertos bienes necesarios o juzgados tales, en una situación de escasez, para inducir a quienes no los poseen a adoptar una determinada conducta, consistente principalmente en la realización de un cierto tipo de trabajo. En la posesión de los medios de producción reside una enorme fuente de poder para quienes los poseen frente a los que no. El poder del dueño de una empresa deriva de la posibilidad que la posesión o la disponibilidad de los medios de producción le otorga de obtener la venta de la fuerza de trabajo a cambio de un salario. En términos generales, el que posee abundancia de bienes puede condicionar comportamiento del que se encuentra en condiciones de pobreza, mediante la promesa y entrega de una remuneración.

Con el poder económico surgen también los problemas. Quienes lo tienen, ambicionan el poder político. Los políticos, por supuesto, suelen querer también poder económico. El tema se complica más cuando el poder económico ha sido conquistado a través de la ilegalidad, la comisión de delitos, la corrupción. El mejor ejemplo que tenemos hoy en día es el narcotráfico, cuya fortaleza radica en su poderío económico.

Es cierto que la delincuencia organizada ha obtenido tanto poder económico que hoy puede desafiar y corromper al poder político. Los motivos son muchos: falta de educación, falta de oportunidades, una burocracia inmóvil, pobreza.

Y aunque es verdad que se han establecido algunas políticas para tratar de inhibir el poder económico del narcotráfico, también lo es que los instrumentos con los que cuenta el gobierno no han estado a la altura del problema. Como ejemplo de ello tenemos las pocas investigaciones por blanqueo de capitales o lavado de dinero que han realizado tanto la Secretaría de Hacienda como la Procuraduría General de la República (PGR), habrá que estar atentos en la nueva administración del presidente Peña Nieto para ver qué sucede.

EL PODER IDEOLÓGICO

Hoy más que nunca necesitamos ser ciudadanas y ciudadanos preparados y educados. De otro modo, siempre estaremos a merced de poderes que seamos incapaces de controlar. Por supuesto que este problema va más allá de las influencias externas; los poderes más eficaces que se ejercen sobre nosotros suelen actuar desde las estructuras internas de pensamiento y conducta. Por eso ahora me ocupo del poder ideológico, que Bobbio define de la siguiente manera: 

El poder ideológico se basa en la influencia que las ideas formuladas de una cierta forma, emitidas en ciertas circunstancias por una persona investida de cierta autoridad, difundidas mediante ciertos procedimientos, poseen sobre la conducta de los ciudadanos. De este tipo de condicionamiento nace la importancia social en cada grupo organizado de quienes saben, es decir, de los sabios, ya se trate de los sacerdotes de la sociedad arcaica, o de los intelectuales o científicos de las sociedades evolucionadas, toda vez que a través de ellos, y de los valores que difunden o los conocimientos que imparten, se cumple el proceso de socialización necesario para la cohesión e integración del grupo.

El poder ideológico que ejercen los intelectuales desempeña un papel primordial en la vida de los ciudadanos, pues generalmente informan al resto acerca de los acontecimientos de la vida nacional y sus implicaciones. Incluso, se podría decir que, en ocasiones, funcionan como la voz misma del ciudadano. Los escasos movimientos actuales que han rendido frutos positivos para el país han provenido, u obtenido el apoyo, de los intelectuales. No es exageración decir que entre sus filas se encuentran algunos de los más dignos representantes del movimiento ciudadano.