lunes, 14 de diciembre de 2015

CREAR EL FUTURO DE MÉXICO... PARTICIPANDO



#ParticipaciónCiudadana, ilustración de Urbano García Hernández

El ciudadano es el eje central de la política, no los partidos políticos


Es necesario seguir formando ciudadanos a través de una gran cruzada por la educación cívica, y ahora con la propuesta de una participación más activa. Con ello, llegamos a un modelo de teoría política llamado republicano o neorrepublicanismo.

El término república parte de un jurista, Cicerón, y su obra, La República (52 a. C.), en la que la define: "Es pues, la república, la cosa del pueblo, y el pueblo, no toda agrupación de hombres agregada de cualquier manera, sino la agrupación de una multitud, asociada por un consenso de derecho y la comunidad de intereses".

Este consenso es el que buscamos ahora con la propuesta de la democracia participativa, a través de la cual podemos consensar en vez de protestar, o protestar para después conciliar. Éste es sólo el inicio de un camino que se convierte en tu compromiso participativo.

Juan Carlos Velasco Arroyo, citado por Rafael Enrique Aguilera, indica: "Este modelo republicano está asociado a tres elementos políticos básicos: participación ciudadana, primacía del demos y deliberación pública, siendo el primer elemento el más genuino y decisivo de esta tradición profundamente comprometida con la democracia". Todo este movimiento participativo se ha convertido en una corriente de la ciencia política auspiciada por autores de la talla de Arendt, Pocock, Skinner o Pettit, llamada neorrepublicanismo, misma que, en palabras de Aguilera, "está propiciando una revolución político-pedagógica en la ciencia política y constitucional. El neorrepublicanismo constituye en la actualidad una corriente política de gran impacto e influjo que pretende recuperar y rescatar la ciudadanía pública y activa que el liberalismo político conservador ha convertido en pasiva y privada. En este sentido, la institución esencial del re-publicanismo es la ciudadanía entendida como fusión de demos (politeia) y civis (res pública). El ciudadano se convierte en el verdadero protagonista del proceso político".

Parafraseando a un filósofo fundamental, considerado por muchos como uno de los lingüistas más importantes de todos los tiempos, Noam Chomsky: "Es necesario hacerlo de manera disciplinada, sostenida y pronta. No va a ser fácil proceder, habrá inconvenientes y fracasos [...] es inevitable"; la participación no es la llave mágica que resolverá todos nuestros problemas, pero sin duda puede abrir muchas puertas: 


No es posible alcanzar iniciativas si no existe una base grande, activa y popular.

Organizar una base semejante implica educación y activismo. Educación no significa decirle a la gente lo que debe creer; también significa aprender de ellos y con ellos. En una frase célebre Karl Marx dijo que la tarea no consiste en entender al mundo, sino también en cambiarlo. Una variante que hay que tener presente es que si uno quiere cambiar el mundo, más vale que trate de comprenderlo. Esto no sólo quiere decir oír una conferencia o leer un libro, aunque en ocasiones pueda ser de ayuda. Se aprende participando. Se aprende de los otros. Se aprende de la gente a la que se está tratando de organizar. Todos tenemos que adquirir la comprensión y la experiencia para formar e implementar ideas y planes para saber cómo avanzar." 


El ciudadano es el eje central de la política, no los partidos políticos. Indígnate cuando sea necesario, protesta pacíficamente cuando se te trate como súbdito y recuerda que tu mejor aliado es la participación, el otro, el nosotros. Así fortaleceremos nuestra sociedad y nuestra democracia.

En este Blog hemos mezclado dos verbos que podrían ser antagónicos, pero que no lo son:

Protesto por México, participando.

martes, 1 de diciembre de 2015

REIVINDIQUEMOS LA POLÍTICA



Ilustración: John Cuneo, The New Yorker
Ilustración: John Cuneo, The New Yorker
 Los ciudadanos debemos hacer política, pero no desde cargos públicos, sino desde nuestra respectiva trinchera...
 La economía en el mundo ha vivido sus propias crisis, y de ello no está exenta la política. No sólo somos seres sociales, sino también políticos. Por ello, deben buscarse nuevas formas en las que se puede reconstruir o fortalecer la actual forma de hacer política.

Atinadamente Fernando Savater dice: "Hay que reivindicar la política. Es obligación de todos participar en ella, pero con paciencia y tenacidad, para mejorar la situación social del país y para construir la democracia de México". Esta reivindicación puede tener varias aristas, una de las cuales es el involucramiento de la ciudadanía, traducido en lo que hoy conocemos como participación ciudadana, ya que ésta es la manera idónea de canalizar la indignación. En mi concepto, se trata de la mejor forma de construir una democracia.


Quizá te disguste la idea de participar en la política, ya que es un ámbito demasiado desprestigiado. Pero ¿sabes qué? No tenemos otra opción, porque "de una buena conducción política depende la estabilidad del Estado, la solución concertada de los conflictos sociales y la satisfacción de las demandas de la población en materias apremiantes como la inequidad económica, la desigualdad social, la seguridad, la salud, la educación o el crecimiento económico. El buen funcionamiento de las instituciones políticas y de los partidos, así como la participación comprometida de los ciudadanos son indispensables para la estabilidad general de la nación y la proyección de su futuro fundada en consensos básicos.”

En apoyo a esta idea, afirma Luis Salazar Carrión: 

Como hemos visto, la política ha sido siempre una tarea difícil, ambigua y ambivalente. Idealizarla es por eso tan incorrecto como pretender superarla o desdeñarla. Para bien o para mal, el destino de las sociedades y de las personas ha dependido y seguirá dependiendo en buena medida de la política y de las maneras en que se interprete y se ejerza: democrática o autocráticamente. En este sentido, la larga discusión establecida por los clásicos del pensamiento político, desde Platón hasta Bobbio, sigue siendo pertinente, pues en ella lo que se juega no sólo es la forma, belicista o pacifista, autocrática o democrática, fanática o racional, en la que se piensa y analiza la política, sino también la forma bárbara o civilizada en que se practica. En el fondo, finalmente, lo que está en juego siempre en la política es la lucha entre estas concepciones. Una, cabalmente incompatible con los imperativos más elementales de la moral y el derecho, la autocrática. Otra, más difícil y precaria, la democrática, que al menos en principio se esfuerza por acercarse al máximo a su compatibilización.

Daniel Innerarity enfatiza: 

Lo que no va bien es la política, es decir, la posibilidad de convertir esa amalgama plural de fuerzas en proyectos y transformaciones políticas, dar cauce y coherencia política a esas expresiones populares y configurar el espacio público de calidad donde todo ello se discuta, pondere y sintetice. Algo tiene que ver con esto el hecho de que para quienes actúan políticamente cada vez sea más difícil formular agendas alternativas. Estamos en una era postpolítica, de democracia sin política. Tenemos una sociedad irritada y un sistema político agitado, cuya interacción apenas produce nada nuevo, como tendríamos derecho a esperar de la naturaleza de los problemas con los que tenemos que enfrentarnos. 

Cada día tenemos más protestas, pero hay que reconocer que éstas, en la mayoría de los casos, se justifican debido al grado de impunidad que padecemos.

"Para que la política vuelva a ser noble y ética", como señala Lorenzo Meyer, "es preciso que en ese quehacer público participen los ciudadanos." Es hora de purificar la política, de que sude por sus poros todas las toxinas que se han impregnado en ella, y no hay otra forma de hacer esto sino mediante los ciudadanos.

Los ciudadanos debemos hacer política, pero no desde cargos públicos, sino desde nuestra trinchera, para contribuir de manera determinante en las decisiones primordiales de la sociedad, influyendo en autoridades y políticos.