lunes, 25 de noviembre de 2013

HERRAMIENTAS DEL PODER CIUDADANO



Ahora que ya sabemos qué es el poder ciudadano, el siguiente paso es conocer qué instrumentos están vinculados a él; es decir, las formas e instancias por medio de las cuáles podemos ejercerlo. Abordaré este tema comenzando con el análisis de la composición y estructura social; para terminar con los “Instrumentos del poder ciudadano”, será un poco más complicada, porque tratará de instrumentos legales que aún no están en vigor en nuestro país, lo que significa que en la actualidad no podemos acceder a ellos. Estos instrumentos, es importante saberlo, forman parte de la reforma política.

Comencemos por las estructuras sociales que son la base del poder ciudadano: el pueblo, la sociedad civil, la familia, la educación, las redes sociales, la opinión pública y la rendición de cuentas o acceso a la información.

En cuanto a los instrumentos legales que podrían dotar de verdadero poder a los ciudadanos, tenemos el referéndum, el plebiscito, la iniciativa popular, la revocación de mandato, las candidaturas ciudadanas, la segunda vuelta y la reelección.

EL PUEBLO

La frase, “Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” fue pronunciada hace siglo y medio más allá de nuestras fronteras por el famoso ex presidente estadounidense Abraham Lincoln.  La primera dificultad a la que nos enfrentamos, claro, es ponernos de acuerdo acerca qué es el “pueblo”. El sociólogo Pablo González Casanova tiene una propuesta muy interesante:

En castellano, desde la Edad Media se entiende por pueblo el conjunto de habitantes de una circunscripción política, como cuando se habla de pueblo de un país, de un reino. La gente, en cambio, es un conjunto de personas cualquiera. Existe, además, el uso de la palabra pueblo como sinónimo de población, por lo general aquella que no llega a tener la dimensión de la ciudad.

El pueblo, a su vez, supone también un conjunto, pero con la condición no sólo demográfica, sino más bien política, como cuando se alude al pueblo mexicano, estadounidense, venezolano, jamaiquino, etcétera (…) Pueblo es aquel conjunto de la población establecido en un determinado territorio, denominado también ciudadanos y que intervienen en los asuntos políticos del gobierno y del Estado, en cuyo beneficio se garantizan, establecen y reconocen determinados derechos y obligaciones.


Así, el pueblo somos todos los ciudadanos que intervenimos en la vida pública. La Constitución de nuestro país indica explícitamente, en su artículo 39, que la soberanía nacional reside en el pueblo y que el poder público debe ejercerse en beneficio de él, lo cual quiere decir que el poder soberano es del pueblo. No existe ningún otro poder por encima del pueblo. Ni un rey, ni un presidente, ni los diputados, ni los senadores, ni el ejército; ningún partido político, ni otro país, están por encima del pueblo mexicano, así de sencillo. Nosotros somos los soberanos, y por eso, insisto, el poder público debe ejercerse en beneficio del pueblo, de las ciudadanas y ciudadanos.

Quizá te preguntes, ¿por qué entonces no recibimos trato de soberanos? ¿Por qué algunos políticos pretenden que sigamos siendo sus súbditos, sin derechos, sin voz? Quisiera pensar que esos individuos son cada vez son menos, pero para que esto sea cierto debemos participar activamente en los asuntos del país. Hace no muchos años, en cambio, el presidente era el soberano, de hecho ejercía el poder de manera absoluta. El historiador Enrique Krauze describe perfectamente esta situación en su libro La Presidencia Imperial.

Un sistema democrático significa el gobierno del pueblo, como ya hemos reiterado. Pero como es evidente que no podemos gobernar todos al mismo tiempo, para que la democracia funcione debemos estar representados por otros ciudadanos, que ejerzan nuestra voluntad. La triste realidad, empero, es que hoy estamos pobremente representados, o no tenemos comunicación o diálogo con quienes nos representan. Son muy pocos los líderes políticos que se preocupan por los ciudadanos.
.

martes, 19 de noviembre de 2013

EL PODER CIUDADANO



Hobbes describe así este poder:

“El más grande de los poderes humanos es el que está compuesto de los poderes de la mayoría, unidos, por consentimiento, en una sola persona natural o civil que puede usarlos todos según su propia voluntad –como es el caso en el poder de una república–, o dependiendo de las voluntades de cada hombre en particular –como es el caso en el poder de una fracción o de varias fracciones aliadas. Por tanto, tener siervos es poder; tener amigos es poder: son fuerzas unidas.”

Hobbes señala que entre todos los poderes del ser humano existe uno que es el más fuerte, el más grande y curiosamente está compuesto de los poderes de todos nosotros, es decir, de la mayoría.

NUESTRA DEFINICIÓN

Se trata de la asociación llevada a cabo a través del consentimiento. De acuerdo con esto, tenemos que, el poder ciudadano es la unión de la mayoría de los ciudadanos por consentimiento, para formar una sola entidad, que es la república, el país, el Estado. De ahí que la portada de este texto sea un mandala donde los ciudadanos estamos entrelazados, unidos.

¿Qué mejor momento que hoy para refundar a nuestro México? Sólo si la mayoría de los ciudadanos nos unimos, podremos curar sus heridas –como la crisis de valores que actualmente se vive en nuestra sociedad–; juntos podemos detener la violencia y el derramamiento de sangre de nuestros semejantes abatidos día a día; unidos podremos evitar la falta de Estado de derecho, la impunidad o la corrupción. Es necesario extirpar estos males de una vez, fortaleciendo el tejido social, que es ser ciudadanos mexicanos. Así fue como se actuó hace dos centurias, en el nacimiento de México independiente.

Para lograr esta refundación, se requiere la participación de la sociedad civil, basada en la concordia. Pero en estos tiempos, la situación es precisamente la inversa: confrontación y polarización.
De los políticos, ni de nadie, necesitamos más confrontación ni polarización en estos momentos. En cambio, requerimos la unión de todos los sectores de la sociedad civil para sacar a México de esta gran crisis.

*******

¿Para qué queremos el poder los ciudadanos? Para vivir en paz y en armonía. No en balde la filosofía ha intentado responder a la pregunta fundamental que subyace en toda idea política: cómo podemos convivir. Algunos ciudadanos han aventurado su propia respuesta, como Diana Mizrahi: para saber que merecemos un lugar digno de todo ser humano.

Los ciudadanos no queremos el poder para sembrar discordia, ni para confrontarnos entre nosotros, ni para rebelarnos, ni para hacer motín o sedición alguna. Estoy convencido de que el poder ciudadano es la mejor herramienta no sólo para combatir la crisis que hoy padecemos, sino también para evolucionar hacia un país de leyes.

Los múltiples acontecimientos preocupantes que hoy tienen lugar a lo largo y ancho del país, como la inseguridad, la desintegración de las autoridades municipales y la escalada abrupta de homicidios, nos hacen pensar que el destino del futuro de la nación se está complicando en forma severa. La descomposición social está alcanzando un nivel sin precedentes. No podemos permitir que nuestra sociedad se convierta en una sociedad fallida.

Si miramos al pasado, veremos que países como España –que vivió una guerra civil– o Alemania y Japón –casi destruidos como consecuencia de la segunda guerra mundial– se han levantado. Ya hace cien años que nosotros no padecemos un acontecimiento beligerante de tal envergadura. Y, sin embargo, a veces parece que en México vamos para atrás.

En términos claros no estamos experimentando progreso, sino decadencia y, peor aún, nos falta una visión de país, tanto a la sociedad civil como de la clase política que, vale la pena puntualizar, malgasta su fuerza y energías en atacarse unos contra otros. De este modo sólo fomentan la falta de unión de los mexicanos y lo que impera es la confrontación.

El poder por el poder no es lo que queremos los ciudadanos. Siempre lo hemos tenido, pero no lo hemos utilizado, por ignorancia, apatía o desesperanza. Antes, la decadencia no era tan aguda ni nuestra seguridad tan frágil; pero tampoco existían los movimientos ciudadanos de hoy, la participación ciudadana no era tan consciente de su entorno y de la problemática que vive el país. Éstas son señales positivas. Hoy más que nunca es necesario que participemos todos: gobierno y sociedad. Debemos trabajar juntos para contrarrestar la crisis y formar un México promisorio.

En pocas palabras, para evolucionar como país y despertar como ciudadanos.

.

viernes, 8 de noviembre de 2013

ESTADO Y DEMOCRACIA




DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE “ESTADO”

Conforme escribo este libro, vienen a mi mente las palabras del sociólogo español-alemán  Juan José Linz Storch: “Sin Estado no hay democracia.” Sobre todo en esta época en la que, como ya dije, se habla de México como estado fallido.

Es necesario que exploremos brevemente qué es un Estado, pues parte importante de las reflexiones de este texto convergen en ese tema. Además, comparto plenamente la opinión de Linz Storch, ya que no podríamos hablar de democracia sin entender qué es el Estado, más aún con la crisis por la que atravesamos.

En nuestro país, día a día aumenta la inseguridad, se pretende intimidar el voto de los ciudadanos, grupos criminales atentan contra las instituciones y permea un ambiente de incertidumbre. Lo que está en juego es el futuro del Estado mexicano. No sólo eso; si lo piensas bien, en el fondo estamos hablando de qué tipo de nación heredaremos a nuestros hijos (…)

¿QUÉ ES DEMOCRACIA?

Llegamos ahora a uno de los caminos más transitados en los últimos tiempos. Si algo nos ha enseñado la caída del comunismo y del muro de Berlín en 1989 es que no existe sistema político, muro o pared alguna que los ciudadanos no podamos derribar, y qué decir del reciente derumbe de la dictadura de Egipto y de otros países, bautizada como la “Primavera Árabe.”

La palabra “democracia” proviene de la antigua Grecia. Te parecerá curioso saber que Aristóteles no la veía con buenos ojos, pues la consideraba una forma degenerativa de gobierno.  Sartori cuenta que para la Estagirita, “la democracia era el mal gobierno de los muchos.”

Sin embargo, es difícil pensar en una palabra que se ajuste mejor al propósito de este libro. Sus raíces griegas significan: poder (kratos) del pueblo (demos). La democracia es, así, el poder del pueblo, el poder de los ciudadanos (…)

CLASES DE DEMOCRACIA

En estos tiempos, hablar de democracia es hablar de debate. No en vano los ciudadanos nos preguntamos qué es lo que nos falta para vivir bien; después de todo, ya vivimos en democracia. La verdad es que, simple y sencillamente, nos sentimos alejados de nuestros legisladores, de las personas que supuestamente nos representan. Creo que comprender cuáles son las principales clases de democracia nos ayudará a entender mejor esta problemática (…)

LA MENOS MALA DE LAS OPCIONES

Escribe Robert Dahl que “sería un grave error esperar demasiado de cualquier gobierno, incluso de un gobierno democrático.” Ninguna forma de gobierno, añade este profesor emérito de Yale, garantiza que sus ciudadanos sean felices, prósperos, saludables, sabios, pacíficos o justos. Incluso, en la práctica, los ideales de la democracia continúan sin realizarse.

Las palabras de Dahl me hacen pensar que no me he equivocado al elegir el tema de este libro. El ciudadano es el único que puede conseguir su propia felicidad, la prosperidad, la salud y la paz. Mientras seamos más ciudadanos los que compartamos los mismos ideales, más fácil nos será tener una comunidad más próspera, pacífica y feliz (…)

LA DEMOCRACIA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

(…) En mi opinión, la construcción de ciudadanía a través de los medios debe de tener dos ejes centrales. El primero deriva del mandato constitucional que establece al IFE como responsable de la educación cívica de los mexicanos.

Propongo que los medios contribuyan a la educación cívica, refrendando en su participación los valores cívicos, y por qué no realizar programas en torno al ciudadano y la participación de los derechos ciudadanos.

(…) El segundo eje, consiste en que las televisoras den más espacio a la participación ciudadana. Ciertamente ha habido algunos avances en esto, pero se han quedado en debates de politólogos y académicos, hay que llevarlo a nivel del ciudadano y que participen.

Lo que no ha sucedido a cabalidad es que el ciudadano mismo participe.

.

viernes, 1 de noviembre de 2013

CIUDADANÍA Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA




¿HASTA DÓNDE ALCANZA LA CIUDADANÍA?

“Ciudadano” no es lo mismo que “ciudadanía”, pero resulta fácil confundir ambos términos. Los usamos día con día como si fueran sinónimos. Otras veces los relacionamos como si uno fuera el género y otro la especie. Pareciera que “ciudadano” es a “ciudadanía” lo que homo sapiens (especie) a homo (género); es decir, que al pasar de uno a otro se va de lo particular a lo general.

En nuestra aventura ciudadana vamos a aclarar un poco esta panorámica, pues en realidad sucede que el trayecto del ciudadano atraviesa por el sendero de la ciudadanía. Para el analista político Ricardo Raphael, la ciudadanía es un traje que los ciudadanos portamos. Bonita analogía, ¿no crees?

La ciudadanía es el atuendo que le permite a una persona realizar el viaje que va de lo privado hacia lo público, el tránsito de la esfera de lo que le es familiar al ámbito de su comunidad, donde mucho y muchos le serán desconocidos.

En una democracia, la institución ciudadana es la escafandra que hace a una persona igual ante sus desemejantes, y por lo tanto lo que otorga la confianza suficiente para participar en el cumplimiento de objetivos comunes –pese a las visiones y posiciones diferenciadas que se posean– entre los integrantes de una misma comunidad política.

Para empezar a desmenuzar el término “ciudadanía”, analicemos, entre las contrapropuestas opiniones al respecto (tal como veremos más adelante), la de Raphael, que ilustra perfectamente la primera característica a resaltar en la ciudadanía: la relación de igualdad que debe prevalecer entre los integrantes de una comunidad, aunque tengan visiones o posiciones distintas.

Éste es un fundamento central del tema de la ciudadanía, ya que como ciudadanos tenemos los mismos derechos. Para decirlo en forma más sencilla, tu voto y el mío valen igual; por eso, la igualdad es uno de los fundamentos de la democracia.

SI EL PAÍS HABLARA…

El camino que estamos recorriendo en nuestra aventura ciudadana nos ha mostrado algunos letreros que nos orientan en direcciones diferentes: identidad, igualdad, pertenencia, leyes y derechos y hasta la justicia social ha salido a colación.

Todos estos conceptos son en realidad herramientas orientadas a un objetivo fijo y claro: convertirnos en verdaderas ciudadanas y ciudadanos.

Pero, ¿para qué tomarse la molestia de serlo?, podría preguntarse alguien, con tantos problemas que tenemos que enfrentar. La respuesta es fácil: para ponernos a la altura de nuestra gran nación, México.