martes, 19 de noviembre de 2013

EL PODER CIUDADANO



Hobbes describe así este poder:

“El más grande de los poderes humanos es el que está compuesto de los poderes de la mayoría, unidos, por consentimiento, en una sola persona natural o civil que puede usarlos todos según su propia voluntad –como es el caso en el poder de una república–, o dependiendo de las voluntades de cada hombre en particular –como es el caso en el poder de una fracción o de varias fracciones aliadas. Por tanto, tener siervos es poder; tener amigos es poder: son fuerzas unidas.”

Hobbes señala que entre todos los poderes del ser humano existe uno que es el más fuerte, el más grande y curiosamente está compuesto de los poderes de todos nosotros, es decir, de la mayoría.

NUESTRA DEFINICIÓN

Se trata de la asociación llevada a cabo a través del consentimiento. De acuerdo con esto, tenemos que, el poder ciudadano es la unión de la mayoría de los ciudadanos por consentimiento, para formar una sola entidad, que es la república, el país, el Estado. De ahí que la portada de este texto sea un mandala donde los ciudadanos estamos entrelazados, unidos.

¿Qué mejor momento que hoy para refundar a nuestro México? Sólo si la mayoría de los ciudadanos nos unimos, podremos curar sus heridas –como la crisis de valores que actualmente se vive en nuestra sociedad–; juntos podemos detener la violencia y el derramamiento de sangre de nuestros semejantes abatidos día a día; unidos podremos evitar la falta de Estado de derecho, la impunidad o la corrupción. Es necesario extirpar estos males de una vez, fortaleciendo el tejido social, que es ser ciudadanos mexicanos. Así fue como se actuó hace dos centurias, en el nacimiento de México independiente.

Para lograr esta refundación, se requiere la participación de la sociedad civil, basada en la concordia. Pero en estos tiempos, la situación es precisamente la inversa: confrontación y polarización.
De los políticos, ni de nadie, necesitamos más confrontación ni polarización en estos momentos. En cambio, requerimos la unión de todos los sectores de la sociedad civil para sacar a México de esta gran crisis.

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¿Para qué queremos el poder los ciudadanos? Para vivir en paz y en armonía. No en balde la filosofía ha intentado responder a la pregunta fundamental que subyace en toda idea política: cómo podemos convivir. Algunos ciudadanos han aventurado su propia respuesta, como Diana Mizrahi: para saber que merecemos un lugar digno de todo ser humano.

Los ciudadanos no queremos el poder para sembrar discordia, ni para confrontarnos entre nosotros, ni para rebelarnos, ni para hacer motín o sedición alguna. Estoy convencido de que el poder ciudadano es la mejor herramienta no sólo para combatir la crisis que hoy padecemos, sino también para evolucionar hacia un país de leyes.

Los múltiples acontecimientos preocupantes que hoy tienen lugar a lo largo y ancho del país, como la inseguridad, la desintegración de las autoridades municipales y la escalada abrupta de homicidios, nos hacen pensar que el destino del futuro de la nación se está complicando en forma severa. La descomposición social está alcanzando un nivel sin precedentes. No podemos permitir que nuestra sociedad se convierta en una sociedad fallida.

Si miramos al pasado, veremos que países como España –que vivió una guerra civil– o Alemania y Japón –casi destruidos como consecuencia de la segunda guerra mundial– se han levantado. Ya hace cien años que nosotros no padecemos un acontecimiento beligerante de tal envergadura. Y, sin embargo, a veces parece que en México vamos para atrás.

En términos claros no estamos experimentando progreso, sino decadencia y, peor aún, nos falta una visión de país, tanto a la sociedad civil como de la clase política que, vale la pena puntualizar, malgasta su fuerza y energías en atacarse unos contra otros. De este modo sólo fomentan la falta de unión de los mexicanos y lo que impera es la confrontación.

El poder por el poder no es lo que queremos los ciudadanos. Siempre lo hemos tenido, pero no lo hemos utilizado, por ignorancia, apatía o desesperanza. Antes, la decadencia no era tan aguda ni nuestra seguridad tan frágil; pero tampoco existían los movimientos ciudadanos de hoy, la participación ciudadana no era tan consciente de su entorno y de la problemática que vive el país. Éstas son señales positivas. Hoy más que nunca es necesario que participemos todos: gobierno y sociedad. Debemos trabajar juntos para contrarrestar la crisis y formar un México promisorio.

En pocas palabras, para evolucionar como país y despertar como ciudadanos.

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