jueves, 27 de febrero de 2014

ESTADO DE DERECHO, ¿QUÉ ES ESO?



El Estado de derecho es como un árbol: sus raíces son las leyes, y sus ramas las reglas.

Por alguna razón, los mexicanos no estamos acostumbrados a cumplir ciertas reglas. Y me refiero incluso a las normas más elementales y fáciles de seguir: respetar la luz roja en el semáforo, utilizar el cebrado al cruzar las calles, usar el puente peatonal para atravesar avenidas. Aunque parecen insignificantes, mira lo que el incumplimiento de estas reglas ha hecho con el tránsito de la capital del país y otras ciudades: cruzarlas de un lado a otro se ha convertido en una aventura épica, y no sólo a causa de los asaltantes y el crimen organizado; es muy fácil tener un percance con algún automovilista esquizofrénico, en el que hasta la vida podríamos perder.

El Estado de derecho no es sólo un asunto del gobierno; para que exista, debe funcionar a diferentes escalas: respeto entre todos los miembros de la familia; respeto entre estudiantes y maestros, entre ciudadanos y autoridades. Sin embargo, esto no sucede en nuestro país. Es evidente que no respetamos a los agentes de tránsito, pero las autoridades tampoco respetan a los ciudadanos, y a su vez, o más complicado, los políticos de los diversos partidos no se respetan entre sí y se injurian constantemente.

Para mencionar un caso de incumplimiento, Javier Mayorga, secretario de Agricultura del gobierno de Calderón, recibió un subsidio del gobierno para un asunto agrícola personal. Esto representaba un claro conflicto de intereses, pues ese individuo era a la vez juez y parte. Sin embargo, al ser cuestionado a este respecto, Mayorga señaló cínicamente que no renunciaría a los recursos que le otorga Procampo, la instancia gubernamental que administra esos fondos.

Todos estos ejemplos indican que en ningún sector ni ámbito de nuestro país se respetan plenamente la ley, la ética y la honorabilidad. Estos casos, simples en apariencia, revelan el gran deterioro en que se encuentra el Estado de derecho en México. Tal vez eso no debería sorprendernos; después de todo, no hay una verdadera educación cívica de los ciudadanos ni de las autoridades.

Es verdad que el Estado de derecho se ha visto dañado por la falta de alternancia de los gobiernos, pues durante muchas décadas vimos gobernar perennemente a un solo partido. Pero la selva citadina no tiene nada que ver con la alternancia, sino con la educación cívica de los ciudadanos.

No hay excusa alguna para que los gobernantes no apliquen la ley y se justifiquen aduciendo que estamos en una democracia y que sólo bajo el autoritarismo de épocas pasadas era posible aplicarla. En mi opinión, se equivocan.

El grado de impunidad en el que vivimos ha sido cultivado por todos, incluyendo a los ciudadanos y la sociedad civil. Si tuviéramos una balanza en la que de un lado estuviera la impunidad y del otro el Estado de derecho, sin duda pesaría más el de la impunidad.

Pero ¿qué es la impunidad? Para la experta en la materia Stella Maris Ageitos, se trata simplemente de "dejar sin ' juicio ni castigo a los culpables". El diccionario la define por su parte como "falta de castigo". Este cáncer llamado impunidad sólo podrá eliminarse por medio del Estado de derecho. 

Opina el constitucionalista Clemente Valdés:

Hablar de Estado de derecho es simplemente una apreciación con la que se quiere significar que existe un orden legal aceptable, o en otras palabras, una situación social en la cual existen reglas que, en general, se cumplen y se aplican, y que los individuos y los grupos obtienen una atención adecuada a sus demandas o a sus quejas. 

Si queremos ser un país fuerte, necesitamos un Estado de derecho fuerte, pues, como afirma el politólogo Ignacio Sotelo, el Estado existe gracias al derecho y éste se fundamenta en el Estado.

El Estado de derecho no pregunta quién gobierna, ni si lo hace uno o pocos o la mayoría, sino que dirige la cuestión al cómo se gobierna; es decir, si esto se hace respetando el principio de legalidad que dicta someter el Estado a derecho, con lo que se logra limitar el absolutismo monárquico. Nos topamos así con una primera acepción, todavía débil, de Estado de derecho, aquel en el que todos los órganos e instituciones del Estado están sometidos a derecho. Esto implica la juridicidad del Estado (Verrechtlichtung) y la legalización del derecho (Vergesetzlichtung).

El Estado de derecho conlleva además otros principios básicos, entre los que cabe subrayar el carácter general de la ley, sin que se acepte que se legisle para una persona o para un grupo; la prohibición de aplicar las leyes de manera retroactiva, y la obligación de que las leyes sean de conocimiento público, no se contradigan entre sí o sean de imposible cumplimiento.

Opina el abogado Julio Scherer Ibarra: 

La impunidad tensa las relaciones sociales. En el caso de que se adopte como una estrategia de Estado para preservar los intereses del poder, agrava el daño en proporción geométrica. La impunidad resquebraja el fundamento en que la sociedad se organiza y afirma su confianza en la ley." 

Señaló el general revolucionario Francisco José Mujica, en su obra Hechos, no palabras

Cuando en un pueblo o en una nación se pueden cometer impunemente abusos, delitos y arbitrariedades como los que han cometido Fulano, Zutano, Mengano y otros muchos funcionarios públicos que se les parecen, es una prueba evidentísima de que el respeto a la ley se ha perdido, y que se le ve con el más alto desprecio.


¿Quién es el principal culpable en este caso?, ¿el pueblo que tolera que un grupo de hombres lo dominen a su capricho?, ¿o los que lo dominan abusando de su ignorancia o de la paciencia de ese pueblo?


Creemos que ambos son culpables: el uno, porque tolera los delitos, y el otro, porque los comete. El respeto a la Ley es obligatorio para todos; gobernantes y gobernados deben respetarla.

jueves, 20 de febrero de 2014

PARTICIPACIÓN CIUDADANA... INHIBIDA



Dice el analista político Ricardo Raphael que lo peor que puede sucederle a un país que pretende ser democrático es tener una población que no se interese en los asuntos públicos. Cuando esto ocurre, los individuos inevitablemente dejan la determinación del rumbo de su nación —y en cierto modo de su vida— a las clases gobernantes. Es natural entonces que los políticos se preocupen en obtener votos a como dé lugar y se olviden de la democracia, es decir del poder del pueblo.

Raphael cita al economista estadunidense de origen alemán Albert O. Hirschman, cuando nos advierte del peligro de la apatía. Su hipótesis es que, en la medida en que sentimos que no se nos toma en cuenta, que nuestra voz no es escuchada, nos desinteresamos más y más de los asuntos públicos. La apatía o el descontento aumentarán, hasta llevarnos incluso a emigrar a otro país o, peor aún, a emprender acciones violentas contra el Estado que nos ignora. Lamento decir que esto no parece nada remoto en nuestro caso. Esa advertencia nos recuerda las acciones violentas que día a día suceden en diversas partes de México. Si no fomentamos la participación ciudadana, ¿cómo seremos escuchados por el gobierno? ¿Cómo detendremos la escalada de crimen e injusticias? Uno de los grandes problemas de nuestro sistema actual son las relaciones jerárquicas y grandes aparatos impersonales (burocráticos y corporativos) a los que nos tenemos que enfrentar si queremos manifestar nuestra opinión. La única manera real de participar, dice Raphael, es en una relación entre iguales.

Algunos de los factores que inhiben la participación ciudadana son la falta de diálogo y la exclusión cultural, económica y reputacional (es decir, social). Todos estos obstáculos generan desconfianza e indiferencia en la población. No hay sociedad que se pueda acostumbrar cabalmente a la inseguridad, la violencia y la injusticia, signos claros de descomposición colectiva. La indiferencia social es peligrosa. Basta recordar el aterrador poema del pastor Martín Niernáller, quien fuera encarcelado por los nazis durante la segunda guerra mundial:

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.

Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.

Es indudable que lo que le puede pasar a mi vecino, podría sucederme a mí también; los problemas sociales tienden a crecer si no son atendidos, y al final alcanzan a todos los sectores de la población. La participación es la mejor arma con la que contamos para evitar ese riesgo.

Otro factor de inhibición es la falta de resultados de los partidos políticos. Como señala la filósofa y catedrática Victoria Camps, "existe un problema estructural relacionado con la democracia de partidos, que aleja a la política de los ciudadanos, porque la política degenera en mero partidismo y éste en una confrontación agresiva, que no tiene nada de ejemplar.”

El electorado, reitero, no cuenta con muchas opciones, sólo con partidos políticos. En ausencia de candidaturas ciudadanas, los individuos no pueden participar en los procesos democráticos más que como observadores o bajo alguna bandera política.

Un claro ejemplo del desencanto que generan los partidos son los llamados masivos al abstencionismo y el voto blanco que se propagaron a través de las redes sociales de internet en las elecciones de julio de 2009. Y si hoy en día hay un medio sobresaliente de participación ciudadana son justo las redes sociales, que cada vez cobran más fuerza. Nos ocuparemos de ellas en un capítulo posterior.

Tomando en cuenta la poca educación cívica que existe en México, es fácil caer en la tentación de juzgar que ese llamado al abstencionismo se debió a la falta de cultura cívica. Pero la respuesta podría no ser tan fácil. El periodista César Cansino opina: 

En la perspectiva de un triunfo del abstencionismo en las elecciones de 2009, habría que desechar por obsoletas las interpretaciones según las cuales un creciente abstencionismo es sinónimo de incultura política y una fuerte tasa de participación sólo es posible en naciones con culturas democráticas maduras. [...] Por el contrario, el abstencionismo constituye una expresión de creciente apatía o malestar social hacia la política institucional, lo cual nada tiene que ver con el grado de cultura democrática existente, sino con el pésimo desempeño de las autoridades y la pobre oferta política de los partidos en contienda." 

La participación ciudadana según la Constitución. Además de deseable, la participación ciudadana es un derecho consignado en nuestra Carta Magna. Los artículos 9 y 35, fracción III, de nuestra Constitución establecen el derecho que tenemos los ciudadanos a asociarnos y participar de manera pacífica en la vida política de nuestro país. Además de estar consignado en la Carta Magna, varios acuerdos internacionales también reconocen nuestro derecho a asociarnos libremente. Se trata, por si fuera poco, de un derecho humano fundamental. Así consta en la Declaración Universal de 1948 de la Organización de las Naciones Unidas (ONO." También el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos adoptado por la ONU en 1966 establece este derecho." Por último, la Convención Americana sobre los Derechos Humanos de 1969 estipula la posibilidad de reunirnos pacíficamente para lograr nuestros fines políticos.

jueves, 13 de febrero de 2014

LA CIUDADANÍA, UN ENTE DINÁMICO



¿NACIONALIDAD ES IGUAL A CIUDADANÍA? 

Ya desmenuzamos el concepto de ciudadano y estamos haciendo lo mismo con el de ciudadanía. En nuestro trayecto aparece ahora uno nuevo: el de nacionalidad. El maestro Ignacio Burgoa Orihuela parte del término "ciudadanía" para distinguir entre esos tres elementos: 

A este concepto se han atribuido diversas acepciones. En el lenguaje usual no ha faltado su identificación con el de nacionalidad. Sin embargo, en el derecho político ambos tienen un significado diferente. La nacionalidad, según lo hemos afirmado, es el vínculo que liga al individuo con un Estado determinado, denotando la ciudadanía una calidad del nacional. Desde un punto de vista lógico, el concepto de ciudadanía está subsumido dentro de la idea de nacionalidad. Por ende, el primero es de menor extensión que el segundo, pudiéndose aseverar, con-siguientemente, que todo ciudadano es nacional pero no todo nacional es ciudadano."

LA CIUDADANÍA, UN ENTE DINÁMICO

Como ya vimos, para Ricardo Raphael la ciudadanía es como un viaje de lo privado a lo público que se da a partir de lo que hace el ciudadano. Lo que Raphael nos dice es que, al igual que un viaje —en otras palabras, actividad—, la ciudadanía requiere de movimiento. El ciudadano adormilado debe despertar y ejercer su ciudadanía si quiere lo mejor para su país.

También Savater se refiere al tránsito hacia la ciudadanía por medio de la acción: "La ciudadanía exige un espacio público de preocupaciones y debate. Cuando los cabezas de familia en la antigua Grecia, dejando de lado momentáneamente sus asuntos privados y sus negocios, se reunieron para hablar de igual a igual de cosas que les interesaban a todos, [...] entonces comenzaron a convertirse en ciudadanos"?' ¿Qué llevó a estos jefes de familia griegos a reunirse? ¿Cómo podían entenderse entre sí? ¿Cómo era que podían actuar juntos? Si exploramos esto, encontraremos de nuevo el concepto de la igualdad. Veamos con Savater por qué el terreno común es la base para forjar la ciudadanía: 

Lo que cuenta en la ciudadanía es lo que tenernos en común con los demás, no lo que nos distingue de ellos. Ahora está de moda insistir en que la riqueza de los hombres estriba en su diversidad. Falso: la riqueza de los humanos es nuestra semejanza, la cual nos permite comprender nuestras necesidades, colaborar unos con otros y crear instituciones que vayan más allá de la individualidad y peculiaridades de cada cual. La diversidad es un hecho, pero la igualdad es una conquista social, un derecho: es decir, algo mucho más importante desde el punto de vista humano. El Estado de derecho que permite el juego democrático reconoce el pluralismo de opciones, pero se funda en la universalidad de lo humano. No se progresa creando diferencias sino igualando derechos: sufragio universal (para pobres y para ricos, para hombres y para mujeres), educación para todos, sanidad para todos, pensiones de jubilación para todos, etcétera.

En el discurso ya mencionado, Marcos Fastlicht se ocupa, por su parte, de la ciudadanía como el acto de participar real y activamente en la construcción y transformación de la sociedad. Ejercer la ciudadanía es participar en las decisiones colectivas, dirigir nuestro propio destino. La ciudadanía surge cuando somos capaces de trabajar juntos sin perder nuestra individualidad y diversidad. Para citar de nuevo a Raphael: 

la ciudadanía se ejerce cuando la persona se otorga a sí misma, y en toda conciencia, el derecho a exigir lo que le corresponde; más aún, cuando se asume como un sujeto capaz de influir en el entorno social y político que le rodea. Esta conciencia encuentra su expresión más acabada cuando lleva al sujeto a ser observante y respetuoso del cumplimiento de sus obligaciones ciudadanas.

Como puedes ver, no basta con nacer en un territorio. Tampoco es suficiente cumplir los requisitos para ser ciudadano, como el de mayoría de edad. No. Ciudadanía es acción. 

¿DE QUÉ SE COMPONE LA CIUDADANÍA? 

Decir "ciudadanía" no lo es todo. ¿Cuáles son los ámbitos, te preguntarás, en los que puedo ejercerla? Retomando la clasificación de Marshall, la ciudadanía se divide en tres partes: civil, política, y social. Al hacer tal división, este pensador no se basó en la lógica, sino en la historia. Veamos en qué consiste cada una de esas partes.

El elemento civil se compone de los derechos necesarios para la libertad individual: libertad de la persona, de expresión, de pensamiento y religión, derecho de la propiedad y a establecer contratos válidos, y derecho a la justicia. Este último es de índole distinta a los restantes, porque se trata del derecho a defender y hacer valer el conjunto de los derechos de una persona en igualdad con los demás, mediante los debidos procedimientos legales. Esto indica que las instituciones directamente relacionadas con los derechos civiles son los tribunales de justicia.

El elemento político comprende el derecho a participar en el ejercicio del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad política, o como elector de sus miembros. Las instituciones correspondientes son el parlamento y las juntas de gobierno local.

El tercer elemento, el social, abarca todo el espectro desde el derecho a la seguridad y a un mínimo bienestar económico hasta el de compartir plenamente la herencia social y vivir la vida de un ser civilizado conforme a los estándares predominantes en la sociedad. Las instituciones directamente relacionadas con este caso son el sistema educativo y los servicios sociales.

En gran parte gracias a Marshall, la ciudadanía ocupa un lugar central en las ciencias sociales; en ella se basan, por ejemplo, la defensa del Estado de bienestar y de los derechos sociales. Esta corriente de pensamiento político defiende la intervención del gobierno en la economía para compensar la distribución desigual de la riqueza por el mercado. González Amuchástegui señala que aunque esta corriente referida a la ciudadanía es la que predomina en la actualidad, existen otras dos. Una de ellas retorna la noción de ciudadanía en torno al multiculturalismo y los conflictos que surgen de la pluralidad religiosa y étnica (terna candente no sólo en México, sino prácticamente en todo el mundo). La otra se denomina "republicanismo" y resalta conductas, actitudes, comportamientos y vínculos cívicos.

Es obvio que la clasificación de ciudadanía propuesta por Marshall en 1959 ha cambiado. Esto es normal; ya hemos señalado el dinamismo inherente a ese concepto. Hoy en día, estudiosos como Rubio Carracedo y coautores hablan de ciudadanías integradas, diferenciadas y complejas.' ¿Es necesario complicarse tanto? ¿Necesitas saber esto para ejercer tu ciudadanía? El asunto es que hay diferentes maneras de pasar a la acción. Después de todo, como ya vimos, tenemos derechos iguales, pero cada uno de nosotros tiene una identidad e intereses propios.

Por ciudadanía integrada se entiende la plena integración al Estado de ciudadanos libres e iguales. La ciudadanía diferenciada es, en cambio, la que permite a los grupos sociales marginados, minorías y etnias culturales y religiosas integrarse al Estado sin perder sus rasgos propios. Finalmente, se habla de ciudadanía compleja cuando el Estado se ve obligado a reconocer los rasgos de identidad de ciertos grupos, reconocimiento que implica integrar dichos rasgos a los sistemas y dinámicas propios del Estado. 

jueves, 6 de febrero de 2014

SI NUESTRO PAÍS HABLARA...



El camino que estamos recorriendo en nuestra aventura ciudadana nos ha mostrado algunos letreros que nos orientan en direcciones diferentes: identidad, igualdad, pertenencia, leyes y derechos, y hasta la justicia social ha salido a colación. Todos estos conceptos son en realidad herramientas orientadas hacia un objetivo fijo y claro: convertirnos en verdaderas ciudadanas y ciudadanos. Pero: ¿para qué tomarse la molestia de serlo?, podría preguntarse alguien, con tantos problemas a que nos tenemos que enfrentar. La respuesta es fácil: para ponernos a la altura de nuestra gran nación, México.

Abundemos en el sentido de pertenencia. El diccionario la define como “hecho o circunstancia de formar parte de un conjunto, como una clase, un grupo, una comunidad, una institución, etcétera. Dicho así, suena bien, pero ¿no crees que vale la pena profundizar más? Por ejemplo, ¿has reflexionado qué implica en realidad "pertenecer"? ¿De qué manera se puede pertenecer a algo?

PARTICIPAR Y PERTENECER

El filósofo español Fernando Savater opina que hay dos maneras de formar parte de un grupo social: participar y pertenecer. Estas maneras a veces se dan por separado, y otras aparecen juntas. Pertenecemos a nuestra familia y sentimos responsabilidad hacia ella, por lo general de modo espontáneo, "sin demasiado juicio crítico"; pero también podemos pertenecer a un equipo de futbol, independientemente de sus resultados. Para bien o para mal, formamos parte de estos conjuntos y estamos dispuestos a justificarlos de manera incondicional, escribe Savater."

En cambio, cuando hablamos de participación, hablamos de una relación más deliberada y voluntaria. Participamos en un grupo social porque así lo hemos decidido, no por lealtad, y conservamos nuestro juicio crítico ante él. Participamos en un grupo cuando asistirnos a un club, nos unimos a una red social o decidimos tomar alguna clase. "En la pertenencia a un grupo lo que cuenta es ser del grupo, sentirse arropado, identificado con él; en la participación lo importante son los objetivos que pretendemos lograr por medio de la incorporación al grupo: si no los conseguimos, lo dejamos."

Marshall, a su vez, también define la pertenencia como un sentimiento en el que está involucrada la lealtad a un grupo. “La ciudadanía requiere un vínculo de unión distinto, un sentimiento directo de pertenencia a la comunidad basada en la lealtad a una civilización que se percibe como patrimonio común".

Al hablar de ciudadanía, la diferencia entre pertenencia y participación se vuelve relativa, difícil de establecer. La clave para comprender que ciudadanía implica al mismo tiempo pertenencia y participación puede encontrarse en las siguientes palabras de Marcos Fastlicht, activista ciudadanos ex presidente del Consejo de Participación Ciudadana de la Procuraduría General de la República (PGR): 

Ciudadanía es pertenencia activa; igualmente, esta noción propone la idea de pertenencia, vinculación y membresía a una determinada comunidad, entre cuyos miembros se establecen relaciones de interdependencia, responsabilidad, solidaridad y lealtad. En esta dirección. "yo soy parte de" en la medida en que me siento y me comporto como parte fundamental de la sociedad, mereciendo respetos generando responsabilidades.” 

Pertenecemos cuando formamos parte de, y nos identificamos con un grupo. Sentimos obligación y lealtad hacia la familia, nuestro club de futbol, nuestros amigos. Nos debemos a ellos. Para participar, en cambio, es necesario que aceptemos voluntariamente regimos por una estructura institucional y cumplir nuestras obligaciones y derechos ciudadanos. La participación es, pues, una actitud sociopolítica.

FALTA DE PERTENENCIA...

¿A dónde nos lleva toda esta disertación, te preguntarás? Es fácil percibir que el sentido o sentimiento de pertenencia, de identificación con México se ha fragmentado, y el problema del narcotráfico es perfecto ejemplo de ello. Hoy en día existen comunidades y municipios, cuyos habitantes, o al menos algunos de ellos, se sienten más identificados con un determinado grupo delictivo, pues en apariencia éste satisface necesidades que no pudieron ser resueltas por el Estado. Así, el número de individuos pertenecientes a un grupo, clan, banda o cártel dedicado a delinquir continúa aumentando.

Por supuesto que la falta de sensación de pertenencia va más allá del crimen. En enero de 2010, Felipe Calderón declaró: "Yo nunca he escuchado a un brasileño hablar mal de Brasil, y sí he escuchado a muchos mexicanos hablar mal de México en el mundo". Este mal parece haber calado en numerosos sectores sociales. Sin embargo, su relación con el aumento del crimen, y en particular del crimen organizado, es hoy tema de debate nacional; ya se habla incluso de un "Estado fallido". Para mí, resulta evidente que aún no hemos llegado a este punto, pero también, por desgracia, que algunos municipios o poblaciones, al carecer del sentido de pertenencia a las instituciones, se están desintegrando. El problema es que, como afirma el teórico noruego Jon Elster, sin confianza en las instituciones, las leves y reglas no sirven para nada, pues son justamente las instituciones las encargadas de velar porque los individuos y grupos sigan esas regias.

¿A dónde conduce esto? Directo a un "estado de naturaleza". Cuando las autoridades municipales dejan de funcionar o son cooptadas por grupos criminales, la comunidad entera cae en una situación de anarquía. El investigador político José Antonio Crespo, citando al filósofo Thomas Hobbes, describe el “estado de naturaleza" de esta manera: 

Cada individuo es libre de hacer lo que le venga en gana pero, por lo mismo, estará expuesto a los abusos de los demás. Es una situación de "anarquía" (etimológicamente, "sin poder"), donde prevalece la "ley de la selva" o del más fuerte, situación que puede despojar a los más débiles de sus posesiones, libertad o vida. En esta condición cada individuo tratará de protegerse de los demás, pero como no tendrá la fuerza suficiente para ello, además de estar en una situación permanente de inseguridad, inquietud y temor, en cualquier momento podrá sucumbir al asalto de sus congéneres. 


El ÁGUILA NECESITA DESPERTAR...

Insistimos: el sentido de pertenencia a nuestro México debe fortalecerse. Este vínculo de pertenencia —o sentimiento, como decía Marshall— tiene que ejercitarse mediante la participación ciudadana. En consecuencia, nuestros pensamientos, actos y palabras sobre nuestra gran nación, México, deben ser positivos, puesto que, en caso contrario, cortamos consciente o inconscientemente los hilos de nuestra pertenencia o unión con México. Ahora bien, por qué no mejor hacemos el ejercicio a la inversa, vale la pena preguntarnos. ¿y si nuestro país hablara de nosotros, qué diría? Podrás tener algunas respuestas, pero una sensata sería que lo que sucede es que hay muy pocos ciudadanos mexicanos, dado que la mayoría son habitantes adormilados que deben despertar. El águila necesita despertar, el ciudadano tiene que despertar.

Lo anterior me hace recordar estas palabras de Mahatma Gandhi: 

Cuida tus pensamientos

porque se volverán palabras.

Cuida tus palabras

porque se volverán actos.

Cuida tus actos

porque se volverán costumbre.

Cuida tus costumbres

porque forjarán tu carácter.

Cuida tu carácter

porque formará tu destino.

Y tu destino será tu vida....

Siguiendo los principios de este líder, si cuidamos nuestros pensamientos, palabras, actos y costumbres a favor de nuestro país, el destino será tener un México sano y fuerte.