¿NACIONALIDAD ES IGUAL A
CIUDADANÍA?
Ya desmenuzamos el concepto de
ciudadano y estamos haciendo lo mismo con el de ciudadanía. En nuestro trayecto
aparece ahora uno nuevo: el de nacionalidad. El maestro Ignacio Burgoa Orihuela
parte del término "ciudadanía" para distinguir entre esos tres
elementos:
A este concepto se han atribuido
diversas acepciones. En el lenguaje usual no ha faltado su identificación con
el de nacionalidad. Sin embargo, en el derecho político ambos tienen un
significado diferente. La nacionalidad, según lo hemos afirmado, es el vínculo
que liga al individuo con un Estado determinado, denotando la ciudadanía una
calidad del nacional. Desde un punto de vista lógico, el concepto de ciudadanía
está subsumido dentro de la idea de nacionalidad. Por ende, el primero es de
menor extensión que el segundo, pudiéndose aseverar, con-siguientemente, que
todo ciudadano es nacional pero no todo nacional es ciudadano."
LA CIUDADANÍA, UN ENTE DINÁMICO
Como ya vimos, para Ricardo
Raphael la ciudadanía es como un viaje de lo privado a lo público que se da a
partir de lo que hace el ciudadano. Lo que Raphael nos dice es que, al igual
que un viaje —en otras palabras, actividad—, la ciudadanía requiere de
movimiento. El ciudadano adormilado debe despertar y ejercer su ciudadanía si
quiere lo mejor para su país.
También Savater se refiere al
tránsito hacia la ciudadanía por medio de la acción: "La ciudadanía exige
un espacio público de preocupaciones y debate. Cuando los cabezas de familia en
la antigua Grecia, dejando de lado momentáneamente sus asuntos privados y sus
negocios, se reunieron para hablar de igual a igual de cosas que les
interesaban a todos, [...] entonces comenzaron a convertirse en
ciudadanos"?' ¿Qué llevó a estos jefes de familia griegos a reunirse?
¿Cómo podían entenderse entre sí? ¿Cómo era que podían actuar juntos? Si
exploramos esto, encontraremos de nuevo el concepto de la igualdad. Veamos con
Savater por qué el terreno común es la base para forjar la ciudadanía:
Lo que cuenta en la ciudadanía es
lo que tenernos en común con los demás, no lo que nos distingue de ellos. Ahora
está de moda insistir en que la riqueza de los hombres estriba en su
diversidad. Falso: la riqueza de los humanos es nuestra semejanza, la cual nos
permite comprender nuestras necesidades, colaborar unos con otros y crear
instituciones que vayan más allá de la individualidad y peculiaridades de cada
cual. La diversidad es un hecho, pero la igualdad es una conquista social, un
derecho: es decir, algo mucho más importante desde el punto de vista humano. El
Estado de derecho que permite el juego democrático reconoce el pluralismo de
opciones, pero se funda en la universalidad de lo humano. No se progresa
creando diferencias sino igualando derechos: sufragio universal (para pobres y
para ricos, para hombres y para mujeres), educación para todos, sanidad para
todos, pensiones de jubilación para todos, etcétera.
En el discurso ya mencionado,
Marcos Fastlicht se ocupa, por su parte, de la ciudadanía como el acto de
participar real y activamente en la construcción y transformación de la
sociedad. Ejercer la ciudadanía es participar en las decisiones colectivas,
dirigir nuestro propio destino. La ciudadanía surge cuando somos capaces de trabajar
juntos sin perder nuestra individualidad y diversidad. Para citar de nuevo a
Raphael:
la ciudadanía se ejerce cuando la
persona se otorga a sí misma, y en toda conciencia, el derecho a exigir lo que
le corresponde; más aún, cuando se asume como un sujeto capaz de influir en el
entorno social y político que le rodea. Esta conciencia encuentra su expresión
más acabada cuando lleva al sujeto a ser observante y respetuoso del
cumplimiento de sus obligaciones ciudadanas.
Como puedes ver, no basta con nacer
en un territorio. Tampoco es suficiente cumplir los requisitos para ser
ciudadano, como el de mayoría de edad. No. Ciudadanía es acción.
¿DE QUÉ SE COMPONE LA CIUDADANÍA?
Decir "ciudadanía" no
lo es todo. ¿Cuáles son los ámbitos, te preguntarás, en los que puedo
ejercerla? Retomando la clasificación de Marshall, la ciudadanía se divide en
tres partes: civil, política, y social. Al hacer tal división, este pensador no
se basó en la lógica, sino en la historia. Veamos en qué consiste cada una de
esas partes.
El elemento civil se compone de
los derechos necesarios para la libertad individual: libertad de la persona, de
expresión, de pensamiento y religión, derecho de la propiedad y a establecer
contratos válidos, y derecho a la justicia. Este último es de índole distinta a
los restantes, porque se trata del derecho a defender y hacer valer el conjunto
de los derechos de una persona en igualdad con los demás, mediante los debidos
procedimientos legales. Esto indica que las instituciones directamente relacionadas
con los derechos civiles son los tribunales de justicia.
El elemento político comprende el
derecho a participar en el ejercicio del poder político como miembro de un
cuerpo investido de autoridad política, o como elector de sus miembros. Las
instituciones correspondientes son el parlamento y las juntas de gobierno
local.
El tercer elemento, el social,
abarca todo el espectro desde el derecho a la seguridad y a un mínimo bienestar
económico hasta el de compartir plenamente la herencia social y vivir la vida
de un ser civilizado conforme a los estándares predominantes en la sociedad.
Las instituciones directamente relacionadas con este caso son el sistema
educativo y los servicios sociales.
En gran parte gracias a Marshall,
la ciudadanía ocupa un lugar central en las ciencias sociales; en ella se
basan, por ejemplo, la defensa del Estado de bienestar y de los derechos
sociales. Esta corriente de pensamiento político defiende la intervención del
gobierno en la economía para compensar la distribución desigual de la riqueza
por el mercado. González Amuchástegui señala que aunque esta corriente referida
a la ciudadanía es la que predomina en la actualidad, existen otras dos. Una de
ellas retorna la noción de ciudadanía en torno al multiculturalismo y los conflictos
que surgen de la pluralidad religiosa y étnica (terna candente no sólo en
México, sino prácticamente en todo el mundo). La otra se denomina
"republicanismo" y resalta conductas, actitudes, comportamientos y
vínculos cívicos.
Es obvio que la clasificación de
ciudadanía propuesta por Marshall en 1959 ha cambiado. Esto es normal; ya hemos
señalado el dinamismo inherente a ese concepto. Hoy en día, estudiosos como
Rubio Carracedo y coautores hablan de ciudadanías integradas, diferenciadas y
complejas.' ¿Es necesario complicarse tanto? ¿Necesitas saber esto para ejercer
tu ciudadanía? El asunto es que hay diferentes maneras de pasar a la acción.
Después de todo, como ya vimos, tenemos derechos iguales, pero cada uno de
nosotros tiene una identidad e intereses propios.
Por ciudadanía integrada se
entiende la plena integración al Estado de ciudadanos libres e iguales. La
ciudadanía diferenciada es, en cambio, la que permite a los grupos sociales
marginados, minorías y etnias culturales y religiosas integrarse al Estado sin
perder sus rasgos propios. Finalmente, se habla de ciudadanía compleja cuando
el Estado se ve obligado a reconocer los rasgos de identidad de ciertos grupos,
reconocimiento que implica integrar dichos rasgos a los sistemas y dinámicas
propios del Estado.
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