jueves, 13 de febrero de 2014

LA CIUDADANÍA, UN ENTE DINÁMICO



¿NACIONALIDAD ES IGUAL A CIUDADANÍA? 

Ya desmenuzamos el concepto de ciudadano y estamos haciendo lo mismo con el de ciudadanía. En nuestro trayecto aparece ahora uno nuevo: el de nacionalidad. El maestro Ignacio Burgoa Orihuela parte del término "ciudadanía" para distinguir entre esos tres elementos: 

A este concepto se han atribuido diversas acepciones. En el lenguaje usual no ha faltado su identificación con el de nacionalidad. Sin embargo, en el derecho político ambos tienen un significado diferente. La nacionalidad, según lo hemos afirmado, es el vínculo que liga al individuo con un Estado determinado, denotando la ciudadanía una calidad del nacional. Desde un punto de vista lógico, el concepto de ciudadanía está subsumido dentro de la idea de nacionalidad. Por ende, el primero es de menor extensión que el segundo, pudiéndose aseverar, con-siguientemente, que todo ciudadano es nacional pero no todo nacional es ciudadano."

LA CIUDADANÍA, UN ENTE DINÁMICO

Como ya vimos, para Ricardo Raphael la ciudadanía es como un viaje de lo privado a lo público que se da a partir de lo que hace el ciudadano. Lo que Raphael nos dice es que, al igual que un viaje —en otras palabras, actividad—, la ciudadanía requiere de movimiento. El ciudadano adormilado debe despertar y ejercer su ciudadanía si quiere lo mejor para su país.

También Savater se refiere al tránsito hacia la ciudadanía por medio de la acción: "La ciudadanía exige un espacio público de preocupaciones y debate. Cuando los cabezas de familia en la antigua Grecia, dejando de lado momentáneamente sus asuntos privados y sus negocios, se reunieron para hablar de igual a igual de cosas que les interesaban a todos, [...] entonces comenzaron a convertirse en ciudadanos"?' ¿Qué llevó a estos jefes de familia griegos a reunirse? ¿Cómo podían entenderse entre sí? ¿Cómo era que podían actuar juntos? Si exploramos esto, encontraremos de nuevo el concepto de la igualdad. Veamos con Savater por qué el terreno común es la base para forjar la ciudadanía: 

Lo que cuenta en la ciudadanía es lo que tenernos en común con los demás, no lo que nos distingue de ellos. Ahora está de moda insistir en que la riqueza de los hombres estriba en su diversidad. Falso: la riqueza de los humanos es nuestra semejanza, la cual nos permite comprender nuestras necesidades, colaborar unos con otros y crear instituciones que vayan más allá de la individualidad y peculiaridades de cada cual. La diversidad es un hecho, pero la igualdad es una conquista social, un derecho: es decir, algo mucho más importante desde el punto de vista humano. El Estado de derecho que permite el juego democrático reconoce el pluralismo de opciones, pero se funda en la universalidad de lo humano. No se progresa creando diferencias sino igualando derechos: sufragio universal (para pobres y para ricos, para hombres y para mujeres), educación para todos, sanidad para todos, pensiones de jubilación para todos, etcétera.

En el discurso ya mencionado, Marcos Fastlicht se ocupa, por su parte, de la ciudadanía como el acto de participar real y activamente en la construcción y transformación de la sociedad. Ejercer la ciudadanía es participar en las decisiones colectivas, dirigir nuestro propio destino. La ciudadanía surge cuando somos capaces de trabajar juntos sin perder nuestra individualidad y diversidad. Para citar de nuevo a Raphael: 

la ciudadanía se ejerce cuando la persona se otorga a sí misma, y en toda conciencia, el derecho a exigir lo que le corresponde; más aún, cuando se asume como un sujeto capaz de influir en el entorno social y político que le rodea. Esta conciencia encuentra su expresión más acabada cuando lleva al sujeto a ser observante y respetuoso del cumplimiento de sus obligaciones ciudadanas.

Como puedes ver, no basta con nacer en un territorio. Tampoco es suficiente cumplir los requisitos para ser ciudadano, como el de mayoría de edad. No. Ciudadanía es acción. 

¿DE QUÉ SE COMPONE LA CIUDADANÍA? 

Decir "ciudadanía" no lo es todo. ¿Cuáles son los ámbitos, te preguntarás, en los que puedo ejercerla? Retomando la clasificación de Marshall, la ciudadanía se divide en tres partes: civil, política, y social. Al hacer tal división, este pensador no se basó en la lógica, sino en la historia. Veamos en qué consiste cada una de esas partes.

El elemento civil se compone de los derechos necesarios para la libertad individual: libertad de la persona, de expresión, de pensamiento y religión, derecho de la propiedad y a establecer contratos válidos, y derecho a la justicia. Este último es de índole distinta a los restantes, porque se trata del derecho a defender y hacer valer el conjunto de los derechos de una persona en igualdad con los demás, mediante los debidos procedimientos legales. Esto indica que las instituciones directamente relacionadas con los derechos civiles son los tribunales de justicia.

El elemento político comprende el derecho a participar en el ejercicio del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad política, o como elector de sus miembros. Las instituciones correspondientes son el parlamento y las juntas de gobierno local.

El tercer elemento, el social, abarca todo el espectro desde el derecho a la seguridad y a un mínimo bienestar económico hasta el de compartir plenamente la herencia social y vivir la vida de un ser civilizado conforme a los estándares predominantes en la sociedad. Las instituciones directamente relacionadas con este caso son el sistema educativo y los servicios sociales.

En gran parte gracias a Marshall, la ciudadanía ocupa un lugar central en las ciencias sociales; en ella se basan, por ejemplo, la defensa del Estado de bienestar y de los derechos sociales. Esta corriente de pensamiento político defiende la intervención del gobierno en la economía para compensar la distribución desigual de la riqueza por el mercado. González Amuchástegui señala que aunque esta corriente referida a la ciudadanía es la que predomina en la actualidad, existen otras dos. Una de ellas retorna la noción de ciudadanía en torno al multiculturalismo y los conflictos que surgen de la pluralidad religiosa y étnica (terna candente no sólo en México, sino prácticamente en todo el mundo). La otra se denomina "republicanismo" y resalta conductas, actitudes, comportamientos y vínculos cívicos.

Es obvio que la clasificación de ciudadanía propuesta por Marshall en 1959 ha cambiado. Esto es normal; ya hemos señalado el dinamismo inherente a ese concepto. Hoy en día, estudiosos como Rubio Carracedo y coautores hablan de ciudadanías integradas, diferenciadas y complejas.' ¿Es necesario complicarse tanto? ¿Necesitas saber esto para ejercer tu ciudadanía? El asunto es que hay diferentes maneras de pasar a la acción. Después de todo, como ya vimos, tenemos derechos iguales, pero cada uno de nosotros tiene una identidad e intereses propios.

Por ciudadanía integrada se entiende la plena integración al Estado de ciudadanos libres e iguales. La ciudadanía diferenciada es, en cambio, la que permite a los grupos sociales marginados, minorías y etnias culturales y religiosas integrarse al Estado sin perder sus rasgos propios. Finalmente, se habla de ciudadanía compleja cuando el Estado se ve obligado a reconocer los rasgos de identidad de ciertos grupos, reconocimiento que implica integrar dichos rasgos a los sistemas y dinámicas propios del Estado. 

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