jueves, 20 de febrero de 2014

PARTICIPACIÓN CIUDADANA... INHIBIDA



Dice el analista político Ricardo Raphael que lo peor que puede sucederle a un país que pretende ser democrático es tener una población que no se interese en los asuntos públicos. Cuando esto ocurre, los individuos inevitablemente dejan la determinación del rumbo de su nación —y en cierto modo de su vida— a las clases gobernantes. Es natural entonces que los políticos se preocupen en obtener votos a como dé lugar y se olviden de la democracia, es decir del poder del pueblo.

Raphael cita al economista estadunidense de origen alemán Albert O. Hirschman, cuando nos advierte del peligro de la apatía. Su hipótesis es que, en la medida en que sentimos que no se nos toma en cuenta, que nuestra voz no es escuchada, nos desinteresamos más y más de los asuntos públicos. La apatía o el descontento aumentarán, hasta llevarnos incluso a emigrar a otro país o, peor aún, a emprender acciones violentas contra el Estado que nos ignora. Lamento decir que esto no parece nada remoto en nuestro caso. Esa advertencia nos recuerda las acciones violentas que día a día suceden en diversas partes de México. Si no fomentamos la participación ciudadana, ¿cómo seremos escuchados por el gobierno? ¿Cómo detendremos la escalada de crimen e injusticias? Uno de los grandes problemas de nuestro sistema actual son las relaciones jerárquicas y grandes aparatos impersonales (burocráticos y corporativos) a los que nos tenemos que enfrentar si queremos manifestar nuestra opinión. La única manera real de participar, dice Raphael, es en una relación entre iguales.

Algunos de los factores que inhiben la participación ciudadana son la falta de diálogo y la exclusión cultural, económica y reputacional (es decir, social). Todos estos obstáculos generan desconfianza e indiferencia en la población. No hay sociedad que se pueda acostumbrar cabalmente a la inseguridad, la violencia y la injusticia, signos claros de descomposición colectiva. La indiferencia social es peligrosa. Basta recordar el aterrador poema del pastor Martín Niernáller, quien fuera encarcelado por los nazis durante la segunda guerra mundial:

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.

Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.

Es indudable que lo que le puede pasar a mi vecino, podría sucederme a mí también; los problemas sociales tienden a crecer si no son atendidos, y al final alcanzan a todos los sectores de la población. La participación es la mejor arma con la que contamos para evitar ese riesgo.

Otro factor de inhibición es la falta de resultados de los partidos políticos. Como señala la filósofa y catedrática Victoria Camps, "existe un problema estructural relacionado con la democracia de partidos, que aleja a la política de los ciudadanos, porque la política degenera en mero partidismo y éste en una confrontación agresiva, que no tiene nada de ejemplar.”

El electorado, reitero, no cuenta con muchas opciones, sólo con partidos políticos. En ausencia de candidaturas ciudadanas, los individuos no pueden participar en los procesos democráticos más que como observadores o bajo alguna bandera política.

Un claro ejemplo del desencanto que generan los partidos son los llamados masivos al abstencionismo y el voto blanco que se propagaron a través de las redes sociales de internet en las elecciones de julio de 2009. Y si hoy en día hay un medio sobresaliente de participación ciudadana son justo las redes sociales, que cada vez cobran más fuerza. Nos ocuparemos de ellas en un capítulo posterior.

Tomando en cuenta la poca educación cívica que existe en México, es fácil caer en la tentación de juzgar que ese llamado al abstencionismo se debió a la falta de cultura cívica. Pero la respuesta podría no ser tan fácil. El periodista César Cansino opina: 

En la perspectiva de un triunfo del abstencionismo en las elecciones de 2009, habría que desechar por obsoletas las interpretaciones según las cuales un creciente abstencionismo es sinónimo de incultura política y una fuerte tasa de participación sólo es posible en naciones con culturas democráticas maduras. [...] Por el contrario, el abstencionismo constituye una expresión de creciente apatía o malestar social hacia la política institucional, lo cual nada tiene que ver con el grado de cultura democrática existente, sino con el pésimo desempeño de las autoridades y la pobre oferta política de los partidos en contienda." 

La participación ciudadana según la Constitución. Además de deseable, la participación ciudadana es un derecho consignado en nuestra Carta Magna. Los artículos 9 y 35, fracción III, de nuestra Constitución establecen el derecho que tenemos los ciudadanos a asociarnos y participar de manera pacífica en la vida política de nuestro país. Además de estar consignado en la Carta Magna, varios acuerdos internacionales también reconocen nuestro derecho a asociarnos libremente. Se trata, por si fuera poco, de un derecho humano fundamental. Así consta en la Declaración Universal de 1948 de la Organización de las Naciones Unidas (ONO." También el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos adoptado por la ONU en 1966 establece este derecho." Por último, la Convención Americana sobre los Derechos Humanos de 1969 estipula la posibilidad de reunirnos pacíficamente para lograr nuestros fines políticos.

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