martes, 1 de diciembre de 2015

REIVINDIQUEMOS LA POLÍTICA



Ilustración: John Cuneo, The New Yorker
Ilustración: John Cuneo, The New Yorker
 Los ciudadanos debemos hacer política, pero no desde cargos públicos, sino desde nuestra respectiva trinchera...
 La economía en el mundo ha vivido sus propias crisis, y de ello no está exenta la política. No sólo somos seres sociales, sino también políticos. Por ello, deben buscarse nuevas formas en las que se puede reconstruir o fortalecer la actual forma de hacer política.

Atinadamente Fernando Savater dice: "Hay que reivindicar la política. Es obligación de todos participar en ella, pero con paciencia y tenacidad, para mejorar la situación social del país y para construir la democracia de México". Esta reivindicación puede tener varias aristas, una de las cuales es el involucramiento de la ciudadanía, traducido en lo que hoy conocemos como participación ciudadana, ya que ésta es la manera idónea de canalizar la indignación. En mi concepto, se trata de la mejor forma de construir una democracia.


Quizá te disguste la idea de participar en la política, ya que es un ámbito demasiado desprestigiado. Pero ¿sabes qué? No tenemos otra opción, porque "de una buena conducción política depende la estabilidad del Estado, la solución concertada de los conflictos sociales y la satisfacción de las demandas de la población en materias apremiantes como la inequidad económica, la desigualdad social, la seguridad, la salud, la educación o el crecimiento económico. El buen funcionamiento de las instituciones políticas y de los partidos, así como la participación comprometida de los ciudadanos son indispensables para la estabilidad general de la nación y la proyección de su futuro fundada en consensos básicos.”

En apoyo a esta idea, afirma Luis Salazar Carrión: 

Como hemos visto, la política ha sido siempre una tarea difícil, ambigua y ambivalente. Idealizarla es por eso tan incorrecto como pretender superarla o desdeñarla. Para bien o para mal, el destino de las sociedades y de las personas ha dependido y seguirá dependiendo en buena medida de la política y de las maneras en que se interprete y se ejerza: democrática o autocráticamente. En este sentido, la larga discusión establecida por los clásicos del pensamiento político, desde Platón hasta Bobbio, sigue siendo pertinente, pues en ella lo que se juega no sólo es la forma, belicista o pacifista, autocrática o democrática, fanática o racional, en la que se piensa y analiza la política, sino también la forma bárbara o civilizada en que se practica. En el fondo, finalmente, lo que está en juego siempre en la política es la lucha entre estas concepciones. Una, cabalmente incompatible con los imperativos más elementales de la moral y el derecho, la autocrática. Otra, más difícil y precaria, la democrática, que al menos en principio se esfuerza por acercarse al máximo a su compatibilización.

Daniel Innerarity enfatiza: 

Lo que no va bien es la política, es decir, la posibilidad de convertir esa amalgama plural de fuerzas en proyectos y transformaciones políticas, dar cauce y coherencia política a esas expresiones populares y configurar el espacio público de calidad donde todo ello se discuta, pondere y sintetice. Algo tiene que ver con esto el hecho de que para quienes actúan políticamente cada vez sea más difícil formular agendas alternativas. Estamos en una era postpolítica, de democracia sin política. Tenemos una sociedad irritada y un sistema político agitado, cuya interacción apenas produce nada nuevo, como tendríamos derecho a esperar de la naturaleza de los problemas con los que tenemos que enfrentarnos. 

Cada día tenemos más protestas, pero hay que reconocer que éstas, en la mayoría de los casos, se justifican debido al grado de impunidad que padecemos.

"Para que la política vuelva a ser noble y ética", como señala Lorenzo Meyer, "es preciso que en ese quehacer público participen los ciudadanos." Es hora de purificar la política, de que sude por sus poros todas las toxinas que se han impregnado en ella, y no hay otra forma de hacer esto sino mediante los ciudadanos.

Los ciudadanos debemos hacer política, pero no desde cargos públicos, sino desde nuestra trinchera, para contribuir de manera determinante en las decisiones primordiales de la sociedad, influyendo en autoridades y políticos.

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