lunes, 5 de mayo de 2014

EL CIUDADANO FRENTE A LOS PODERES



Todo poder, sin importar su ámbito, es en cierta medida político. Por lo menos eso opina Arteaga: 

Desde el punto de vista formal, pasando por alto su naturaleza, todo poder previsto o regulado por la Constitución es político, no importa que se trate de materias económicas o sociales; éstas se han incorporado a la Carta Magna en virtud de que influyen en el poder estimado netamente político o porque lo neutralizan.

El abogado, activista ciudadano y politólogo José Elías Romero Apis refiere en Hacia una teoría pura del poder los siguientes conceptos distintivos respecto del poder:

Soberanía: fórmula del depósito original del poder.
Democracia: fórmula del depósito derivado del poder.
Libertad: fórmula del límite del poder.
Justicia: fórmula del respeto del poder.

Para que el poder político sea válido, debe ser legal y legítimo. El concepto de legalidad nos remite al concepto de legitimación. En efecto, el poder político debe estar expresado claramente en la ley, pues no se puede ejercer ningún poder de esa clase que esté fuera del ordenamiento jurídico.

Un poder puede considerarse legítimo cuando quien lo detenta lo ejerce con justo título. Esto ocurre sólo en la medida en que quien lo ejerce está autorizado por una norma o conjunto de normas que establezcan claramente quién tiene el derecho de mandar y quiénes tienen, y en qué circunstancias, la obligación de obedecer. Estas normas son para nosotros las escritas en la Constitución.

LA COACCIÓN

La coacción también es una forma de poder político, porque es la capacidad que tienen los gobernantes para inducir a los gobernados que actúan al margen de las normas, mediante el uso de la fuerza. Te preguntarás por qué se necesita la fuerza. No todos entienden que el cumplimiento voluntario de las reglas es fundamental para poder convivir. La fuerza es el medio a la mano para obligarlos a cumplir.

Sin embargo, no hay que confundir coacción con represión. La represión no puede funcionar, de ninguna manera, como justificante del poder. La represión no legitima. Al respecto, uno de los pensadores que más se han ocupado del poder, Michel Foucault, señala que

la noción de represión es totalmente inadecuada para dar cuenta de lo que hay justamente de productor en el poder. Cuando se definen los efectos del poder por la represión, [...] se identifica el poder a una ley que dice no. [...] Ahora bien, pienso que ésta es una concepción negativa, estrecha, esquelética del poder que ha sido masivamente compartida. 

La represión no goza de muchos simpatizantes, por lo menos en el pueblo, pues el uso de la fuerza impide que los ciudadanos se unan a su gobierno. La represión y la fuerza evitan que haya cohesión en la sociedad. Un proyecto ciudadano común no puede darse por la vía de la fuerza. El diálogo y el entendimiento entre ciudadanos y gobernantes es fundamental para ello.

EL PODER ES EFIMERO, NOSOTROS SIEMPRE SEREMOS CIUDADANOS 

Detentar poder político tiene ventajas y desventajas. Quien lo utiliza para su beneficio personal, tarde o temprano pagará la factura. Debemos recordar que el manejo del poder tiene repercusiones públicas; se puede convertir en un potro salvaje que tumbe al jinete si no se le sabe controlar. El poder puede cambiar a las personas, sus principios, su educación. Por eso quienes lo ejercen deben ser muy cuidadosos.

Una nota positiva en la relación de poder entre ciudadanos y gobernantes tiene que ver con la temporalidad. Nosotros siempre seremos ciudadanos; en cambio, el político puede dejar de serlo de un momento a otro. Para decirlo de otro modo: podemos saber cuándo comenzará el poder, pero no cuándo termina. De ahí que "el poder político [sea] muy efímero, sobre todo en las democracias. [...] El poder prolongado es, históricamente, un síndrome de dictadura. [...] Pero en la democracia lo único permanente somos los ciudadanos".

EL PODER ECONÓMICO

De acuerdo con Bobbio, lo que distingue al poder económico es la posesión de bienes. De este modo, el simple hecho de poseer algo que la sociedad ha juzgado como "necesario" puede otorgar gran poder sobre quienes carecen de ello. Visto así, y según Bobbio, el poder económico es: 

el que se sirve de la posesión de ciertos bienes necesarios o juzgados tales, en una situación de escasez, para inducir a quienes no los poseen a adoptar una determinada conducta, consistente principalmente en la realización de un cierto tipo de trabajo. En la posesión de los medios de producción reside una enorme fuente de poder para quienes los poseen frente a los que no. El poder del dueño de una empresa deriva de la posibilidad que la posesión o la disponibilidad de los medios de producción le otorga de obtener la venta de la fuerza de trabajo a cambio de un salario. En términos generales, el que posee abundancia de bienes puede condicionar comportamiento del que se encuentra en condiciones de pobreza, mediante la promesa y entrega de una remuneración.

Con el poder económico surgen también los problemas. Quienes lo tienen, ambicionan el poder político. Los políticos, por supuesto, suelen querer también poder económico. El tema se complica más cuando el poder económico ha sido conquistado a través de la ilegalidad, la comisión de delitos, la corrupción. El mejor ejemplo que tenemos hoy en día es el narcotráfico, cuya fortaleza radica en su poderío económico.

Es cierto que la delincuencia organizada ha obtenido tanto poder económico que hoy puede desafiar y corromper al poder político. Los motivos son muchos: falta de educación, falta de oportunidades, una burocracia inmóvil, pobreza.

Y aunque es verdad que se han establecido algunas políticas para tratar de inhibir el poder económico del narcotráfico, también lo es que los instrumentos con los que cuenta el gobierno no han estado a la altura del problema. Como ejemplo de ello tenemos las pocas investigaciones por blanqueo de capitales o lavado de dinero que han realizado tanto la Secretaría de Hacienda como la Procuraduría General de la República (PGR), habrá que estar atentos en la nueva administración del presidente Peña Nieto para ver qué sucede.

EL PODER IDEOLÓGICO

Hoy más que nunca necesitamos ser ciudadanas y ciudadanos preparados y educados. De otro modo, siempre estaremos a merced de poderes que seamos incapaces de controlar. Por supuesto que este problema va más allá de las influencias externas; los poderes más eficaces que se ejercen sobre nosotros suelen actuar desde las estructuras internas de pensamiento y conducta. Por eso ahora me ocupo del poder ideológico, que Bobbio define de la siguiente manera: 

El poder ideológico se basa en la influencia que las ideas formuladas de una cierta forma, emitidas en ciertas circunstancias por una persona investida de cierta autoridad, difundidas mediante ciertos procedimientos, poseen sobre la conducta de los ciudadanos. De este tipo de condicionamiento nace la importancia social en cada grupo organizado de quienes saben, es decir, de los sabios, ya se trate de los sacerdotes de la sociedad arcaica, o de los intelectuales o científicos de las sociedades evolucionadas, toda vez que a través de ellos, y de los valores que difunden o los conocimientos que imparten, se cumple el proceso de socialización necesario para la cohesión e integración del grupo.

El poder ideológico que ejercen los intelectuales desempeña un papel primordial en la vida de los ciudadanos, pues generalmente informan al resto acerca de los acontecimientos de la vida nacional y sus implicaciones. Incluso, se podría decir que, en ocasiones, funcionan como la voz misma del ciudadano. Los escasos movimientos actuales que han rendido frutos positivos para el país han provenido, u obtenido el apoyo, de los intelectuales. No es exageración decir que entre sus filas se encuentran algunos de los más dignos representantes del movimiento ciudadano.

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