Todo poder, sin importar su ámbito,
es en cierta medida político. Por lo menos eso opina Arteaga:
Desde el punto de vista formal,
pasando por alto su naturaleza, todo poder previsto o regulado por la
Constitución es político, no importa que se trate de materias económicas o
sociales; éstas se han incorporado a la Carta Magna en virtud de que influyen
en el poder estimado netamente político o porque lo neutralizan.
El abogado, activista ciudadano y
politólogo José Elías Romero Apis refiere en Hacia una teoría pura del poder
los siguientes conceptos distintivos respecto del poder:
Soberanía: fórmula del depósito
original del poder.
Democracia: fórmula del depósito
derivado del poder.
Libertad: fórmula del límite del
poder.
Justicia: fórmula del respeto del
poder.
Para que el poder político sea
válido, debe ser legal y legítimo. El concepto de legalidad nos remite al
concepto de legitimación. En efecto, el poder político debe estar expresado
claramente en la ley, pues no se puede ejercer ningún poder de esa clase que
esté fuera del ordenamiento jurídico.
Un poder puede considerarse
legítimo cuando quien lo detenta lo ejerce con justo título. Esto ocurre sólo
en la medida en que quien lo ejerce está autorizado por una norma o conjunto de
normas que establezcan claramente quién tiene el derecho de mandar y quiénes
tienen, y en qué circunstancias, la obligación de obedecer. Estas normas son
para nosotros las escritas en la Constitución.
LA COACCIÓN
La coacción también es una forma
de poder político, porque es la capacidad que tienen los gobernantes para
inducir a los gobernados que actúan al margen de las normas, mediante el uso de
la fuerza. Te preguntarás por qué se necesita la fuerza. No todos entienden que
el cumplimiento voluntario de las reglas es fundamental para poder convivir. La
fuerza es el medio a la mano para obligarlos a cumplir.
Sin embargo, no hay que confundir
coacción con represión. La represión no puede funcionar, de ninguna manera,
como justificante del poder. La represión no legitima. Al respecto, uno de los
pensadores que más se han ocupado del poder, Michel Foucault, señala que
la noción de represión es
totalmente inadecuada para dar cuenta de lo que hay justamente de productor en
el poder. Cuando se definen los efectos del poder por la represión, [...] se
identifica el poder a una ley que dice no. [...] Ahora bien, pienso que ésta es
una concepción negativa, estrecha, esquelética del poder que ha sido
masivamente compartida.
La represión no goza de muchos simpatizantes,
por lo menos en el pueblo, pues el uso de la fuerza impide que los ciudadanos
se unan a su gobierno. La represión y la fuerza evitan que haya cohesión en la
sociedad. Un proyecto ciudadano común no puede darse por la vía de la fuerza.
El diálogo y el entendimiento entre ciudadanos y gobernantes es fundamental
para ello.
EL PODER ES EFIMERO, NOSOTROS
SIEMPRE SEREMOS CIUDADANOS
Detentar poder político tiene
ventajas y desventajas. Quien lo utiliza para su beneficio personal, tarde o
temprano pagará la factura. Debemos recordar que el manejo del poder tiene
repercusiones públicas; se puede convertir en un potro salvaje que tumbe al
jinete si no se le sabe controlar. El poder puede cambiar a las personas, sus
principios, su educación. Por eso quienes lo ejercen deben ser muy cuidadosos.
Una nota positiva en la relación
de poder entre ciudadanos y gobernantes tiene que ver con la temporalidad.
Nosotros siempre seremos ciudadanos; en cambio, el político puede dejar de
serlo de un momento a otro. Para decirlo de otro modo: podemos saber cuándo
comenzará el poder, pero no cuándo termina. De ahí que "el poder político
[sea] muy efímero, sobre todo en las democracias. [...] El poder prolongado es,
históricamente, un síndrome de dictadura. [...] Pero en la democracia lo único
permanente somos los ciudadanos".
EL PODER ECONÓMICO
De acuerdo con Bobbio, lo que
distingue al poder económico es la posesión de bienes. De este modo, el simple
hecho de poseer algo que la sociedad ha juzgado como "necesario"
puede otorgar gran poder sobre quienes carecen de ello. Visto así, y según
Bobbio, el poder económico es:
el que se sirve de la posesión de
ciertos bienes necesarios o juzgados tales, en una situación de escasez, para
inducir a quienes no los poseen a adoptar una determinada conducta, consistente
principalmente en la realización de un cierto tipo de trabajo. En la posesión
de los medios de producción reside una enorme fuente de poder para quienes los
poseen frente a los que no. El poder del dueño de una empresa deriva de la
posibilidad que la posesión o la disponibilidad de los medios de producción le
otorga de obtener la venta de la fuerza de trabajo a cambio de un salario. En
términos generales, el que posee abundancia de bienes puede condicionar
comportamiento del que se encuentra en condiciones de pobreza, mediante la
promesa y entrega de una remuneración.
Con el poder económico surgen
también los problemas. Quienes lo tienen, ambicionan el poder político. Los
políticos, por supuesto, suelen querer también poder económico. El tema se
complica más cuando el poder económico ha sido conquistado a través de la
ilegalidad, la comisión de delitos, la corrupción. El mejor ejemplo que tenemos
hoy en día es el narcotráfico, cuya fortaleza radica en su poderío económico.
Es cierto que la delincuencia
organizada ha obtenido tanto poder económico que hoy puede desafiar y corromper
al poder político. Los motivos son muchos: falta de educación, falta de oportunidades,
una burocracia inmóvil, pobreza.
Y aunque es verdad que se han
establecido algunas políticas para tratar de inhibir el poder económico del
narcotráfico, también lo es que los instrumentos con los que cuenta el gobierno
no han estado a la altura del problema. Como ejemplo de ello tenemos las pocas
investigaciones por blanqueo de capitales o lavado de dinero que han realizado
tanto la Secretaría de Hacienda como la Procuraduría General de la República
(PGR), habrá que estar atentos en la nueva administración del presidente Peña
Nieto para ver qué sucede.
EL PODER IDEOLÓGICO
Hoy más que nunca necesitamos ser
ciudadanas y ciudadanos preparados y educados. De otro modo, siempre estaremos
a merced de poderes que seamos incapaces de controlar. Por supuesto que este
problema va más allá de las influencias externas; los poderes más eficaces que
se ejercen sobre nosotros suelen actuar desde las estructuras internas de
pensamiento y conducta. Por eso ahora me ocupo del poder ideológico, que Bobbio
define de la siguiente manera:
El poder ideológico se basa en la
influencia que las ideas formuladas de una cierta forma, emitidas en ciertas
circunstancias por una persona investida de cierta autoridad, difundidas
mediante ciertos procedimientos, poseen sobre la conducta de los ciudadanos. De
este tipo de condicionamiento nace la importancia social en cada grupo
organizado de quienes saben, es decir, de los sabios, ya se trate de los sacerdotes
de la sociedad arcaica, o de los intelectuales o científicos de las sociedades
evolucionadas, toda vez que a través de ellos, y de los valores que difunden o
los conocimientos que imparten, se cumple el proceso de socialización necesario
para la cohesión e integración del grupo.
El poder ideológico que ejercen
los intelectuales desempeña un papel primordial en la vida de los ciudadanos,
pues generalmente informan al resto acerca de los acontecimientos de la vida
nacional y sus implicaciones. Incluso, se podría decir que, en ocasiones,
funcionan como la voz misma del ciudadano. Los escasos movimientos actuales que
han rendido frutos positivos para el país han provenido, u obtenido el apoyo,
de los intelectuales. No es exageración decir que entre sus filas se encuentran
algunos de los más dignos representantes del movimiento ciudadano.
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