Nuestra vida gira alrededor de la convivencia con nuestros semejantes; tan es así, que el mismo Aristóteles ya decía que el ser humano es por naturaleza un ser social. No estamos solos, vivimos en sociedad.
El sociólogo Ely Chinoy, citado por Moisés Cruz Gayosso, Alfonso E. Ichoa Hofmann y Jorge Robles Vázques en el texto Teoría General del Estado, explica que, "en su uso más general, la sociedad se refiere meramente al hecho básico de la asociación humana". Esta alianza, en cierto modo involuntaria, está formada en el caso de nuestro país por todos los mexicanos.
Es claro que nuestra asociación
con los demás se ha ido deteriorando, pues hoy lo que menos existe es cordialidad
o cooperación, concordia o armonía ente nosotros. Hemos fallado todos.
MÉXICO, NUESTRA EMPRESA
También podemos trasladar este
término de "sociedad" al día a día de los comerciantes y los
empresarios. Para hacer negocios, para tener una empresa, a veces es necesario
formar una sociedad, por ello se llama socios a quienes la integran. De ahí
proviene mi expresión de que todos somos socios de una sociedad. Nuestra
sociedad está compuesta por todos los mexicanos y su nombre es México.
Como diría el periodista Carlos
Fernández Vega: esto es México, S.A. La metáfora es interesante en sí misma,
pero, pensemos, ¿qué sucede cuando algunos de los socios se la pasan peleando,
otros no respetan las reglas de operación y algunos más ni siquiera se
presentan a las juntas?
La mayoría de nosotros no nos
dedicamos a trabajar por el bienestar de la sociedad, sino por nosotros mismos.
Por lo tanto, no es de sorprender que los resultados no sean satisfactorios
para los socios y, en consecuencia, que la sociedad no se dirija hacia un buen
destino.
La verdad es que los sectores que
integran a nuestra sociedad han perdido sus valores, permea el individualismo –lo
cual podría parecer que se contrapone con nuestra naturaleza de animal social. Tendemos
a velar por los intereses de todos los socios, y no por un grupo minoritario.
LAS FALLAS DE TODOS
Es claro que no estamos haciendo
"la tarea"; ni los directivos, que serían la clase política, ni los
socios, que somos todos los ciudadanos. En conclusión: hemos fallado todos.
Pero como dice Juan Martín
López-Calva, académico de la Universidad Iberoamericana, en Educación
humanista:
el punto de partida es el ser
social del ser humano que así como es "estructuralmente ético", es
también "estructuralmente social". No hay “yo” si no hay otro “yo”,
los otros son la referencia necesaria para encontrar la propia identidad. Para
ser "yo", tenemos que ser "otro", tenemos que buscarnos
entre "los otros”, los otros que pueden llegar a ser el infierno pero que
también pueden ser la salvación para el "yo”. Porque "todo lo que
sabemos lo sabemos entre dos" y "todo lo que somos lo somos entre
todos".
¿De qué se compone la sociedad?
¿De dónde obtiene su vigor? Lo obtiene de lo que el experto José Antonio Fernández
llama "columnas":
las fuerzas que dan forma a la
sociedad. Éstas se dan en tres ámbitos: los valores, que son los elementos legitimadores
de la sociedad; la cultura, que es el acto del simbolismo y la sensibilidad
expresivos, y la estructura social, que es el conjunto de ordenamientos
sociales atinentes a la distribución de las personas en ocupaciones y en el
orden político.
VALORES Y TEJIDO SOCIAL
Hoy en día, los mexicanos estamos
reprobados en estas tres áreas. Nuestros valores están en franca decadencia,
prevalecen el egoísmo y el materialismo excéntrico; en cuanto a la cultura y
estructura social, nuestra tendencia a incumplir las reglas de convivencia es
proverbial y, por lo tanto, los ordenamientos sociales han dejado de funcionar.
En otras palabras, los modos de
vida, las relaciones sociales, las normas y nuestros valores se han trastocado,
el tejido social se encuentra rasgado.
Las normas ya no se respetan, hoy
priva la ley del más fuerte, el materialismo y el consumismo están a tope y
rigen nuestras vidas. Tan es así, que no falta quien admire las riquezas
producto de la ilegalidad y la corrupción. Por eso es necesario que retomemos
el camino.
Para comprender lo importante que
es comenzar a pensar como sociedad para nuestro futuro, veamos cuál era la
visión de Marx y Engels sobre la sociedad civil:
-Representa el espacio de
expresión y satisfacción de las necesidades de los individuos.
-Abarca todo el intercambio
material de los individuos, sobre la vida comercial e industrial.
-Su organización se basa, pues,
en la producción y el intercambio.
-Constituye la base del Estado.
-Está tramada y regulada por una
normativa jurídica que establece derechos y deberes cívicos y sociales, y, por
ello, también en alguna medida, políticos. Y es que ni la sociedad civil ha de
desentenderse de la organización política de la sociedad ni el Estado, como
expresión del poder político jurídica y legítimamente instituido, puede
desentenderse de la sociedad civil.
Quisiera detenerme en los dos
últimos puntos. El andamiaje al que se refieren Marx y Engels está conformado
por normas, las cuales nos confieren derechos y obligaciones a la vez. Se trata
de un andamiaje enorme, esto es cierto, pero desgraciadamente cada vez somos
más los ciudadanos que cedemos a la tentación de romperlo.
En consecuencia, la sociedad
misma está en crisis, y siendo ella la base del Estado, no debería sorprendernos
que éste se encuentre sumido también en una crisis severa.
SOCIEDAD-AUTORIDAD
Analicemos este divorcio entre la
sociedad civil y autoridad. Hoy en día la sociedad civil reclama con toda razón
que la autoridad no ha podido garantizarle la mínima seguridad. La policía de varios
municipios de nuestra República se ha corrompido y se ha convertido en un
enemigo la sociedad civil. El orden se ha trastocado.
Hay un común denominador en esta
crisis: la disolución del vínculo social en diversos escenarios. Los ciudadanos
se han alejado de sus representantes, que son los diputados y senadores; y lo
mismo sucede en los demás ámbito de gobierno.
De igual manera, la sociedad
civil se ha distanciado de las autoridades policiacas. La sensación de desconfianza
por la justicia es muy fuerte, algo a lo que ha contribuido la falta de
transparencia en los procesos judiciales.
A este respecto, sin embargo, y gracias
a la presión de diversos sectores de la sociedad, mediante reformas a la
Constitución se establecieron los procesos orales, buscando hacer más ágil y
transparente la justicia.
La confianza recíproca entre la
autoridad y la sociedad civil es imprescindible. Los agentes policiacos deben ser
confiables para la sociedad, pero también esperan que ésta sea confiable para
ellos. No es cuestión menor que el policía también merece un mínimo de
formación, preparación y un salario digno y decoroso. Además, todo servidor
público cuyo trabajo implique riesgos a la salud y la vida necesita la garantía
de que su familia tendrá asegurado el sustento y la educación en caso de sufrir
alguna desgracia.
Necesitamos una sociedad civil
que denuncie, que participe, que sea solidaria, que tenga voz, que exija
cuentas. Este es el mejor contrapeso posible a la autoridad. No debemos
permitirnos nunca ser una sociedad anestesiada; peor aún, una sociedad que
padezca Alzheimer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario