jueves, 9 de abril de 2015

ULRICH RICHTER, DE LA PROTESTA A LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA / II


MÓNICA E. ZENIL MEDELLÍN

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNAM.
Escuela de Estudios Humanísticos ITESM-CCM

Segunda de dos partes


Ulrich Richter nos plantea el desafío de aceptar que la protesta es generadora de cambio y que dicho cambio puede ser extendido no sólo a quienes intervienen activa y visiblemente en ella, sino que la protesta es un acto que reafirma la preeminencia del ciudadano, al autoafirmarlo como agente en ejercicio de su capacidad de juicio, desarrollando medidas compartidas de eficacia política, usando distintos medios para ser escuchados por los grupos en el poder, principalmente actores gubernamentales.

Con lenguaje claro el autor expone las distintas formas de protestar que a lo largo de la historia reciente han tenido resultados efectivos, vale decir, transformadores e incluso revolucionarios. De esta manera, en el capítulo 1 —para usar las palabras de Richter— hacemos un viaje por distintas latitudes para reflexionar sobre la capacidad de los ciudadanos para cuestionar y proponer nuevas formas de expresión, para mostrar y mostrarse interesados en ir más allá de externar desacuerdos proponiendo soluciones ante el desgaste de los canales tradicionales de representación política.

Protestar, tal como es expuesto a lo largo del libro que tenemos ahora en las manos, es un acto inherente al ser humano. Lograr trascender mediante la protesta es primordialmente asunto de grupo. Por ello, en el capítulo 2, el autor esboza algunos elementos para entender la protesta como un movimiento social en el que confluyen intereses, identidades, expectativas y recursos para plantear, proponer o incluso forzar un cambio social. Con ello queda evidenciado que abrir espacios de interlocución es una tarea ciudadana que reviste una profunda significación social: estar con otros, construyendo escenarios para el encuentro y dándoles vida con su intervención.

Ante circunstancias desfavorables, necesidades crecientes y ausencia de canales efectivos de diálogo entre ciudadanos e instituciones emerge la protesta para expresar indignación. Indignarse es consecuencia de múltiples desequilibrios, fallas e insuficiencias de nuestros sistemas políticos. Por ello, en el capítulo 3, Richter explica quiénes son los indignados y ante qué circunstancias estos ciudadanos han decidido trascender su vida privada para apoderarse de los espacios públicos. Ésta es la identidad adquirida por las más recientes formas de protesta que hemos presenciado en diversas regiones del mundo y que lo mismo reivindican derechos sociales que culturales; es decir, todas estas formas de indignación contribuyen a que reflexionemos colectivamente sobre las grandes deudas que los ciudadanos consideramos deben saldarse.

Nuestra realidad nacional no está exenta de indignación. Las protestas han estado presentes en momentos clave de nuestra historia y han detonado cambios sin los cuales no podríamos comprender nuestro presente social. Por ello, en la parte final del citado capítulo 3, el autor analiza los movimientos de indignación que recientemente han aparecido en nuestro país.

Protestar e indignarse son premisas para impulsar la participación. ciudadana. En esencia, participar significa actuar con otros para lograr fines comunes. Los ciudadanos participamos motivados por distintos intereses y, como nos lo explica el autor en el capítulo 4, por la necesidad de expresar nuestro descontento; pero sobre todo participamos para expresar lo que desearíamos que sucediera a nuestro alrededor: mayor justicia, menor desigualdad, más diálogo, acuerdos más incluyentes. Los planteamientos que podemos extraer de las protestas ciudadanas son numerosos si aprendemos a ver más allá del reclamo, a veces espectacular, para descubrir que en ellas está contenida la ampliación y fortalecimiento de nuestra vida democrática. Participar como ciudadano, propone Richter, es una responsabilidad con otros ciudadanos y con nuestro país.

Así, protestar y participar son dos verbos que conjugamos primordial, aunque no únicamente, los ciudadanos. Debemos entender nuestras diferencias de modo constructivo y potenciar los canales de interlocución con nuestras instituciones, así corno con otros ciudadanos. Encontrar soluciones a los múltiples conflictos que vivimos en nuestro entorno no tiene por qué ser causa de otros conflictos; sin embargo, debemos entender que con ellos estamos fortaleciendo nuestra capacidad de diálogo, nuestros deseos de apertura de nuevos ámbitos de participación en donde se fortalezcan los derechos básicos y se incorporen otros provenientes de la protesta e indignación ciudadana.

En síntesis, la lectura de este libro nos alerta sobre la necesidad de abrir los espacios, tender puentes y generar los vínculos con otros ciudadanos para, como sostiene Alain Touraine, hacer que la democracia progrese más por la voluntad de igualdad que por el deseo de libertad. Con De la protesta a la participación ciudadana, Ulrich Richter Morales nos provoca a reflexionar, a dar un giro a un hecho social que es cada vez más cotidiano: la indignación. Esto es particularmente importante en un momento en que buscamos revalorar hacia dónde queremos que vayan nuestras instituciones, nuestra democracia. Este libro nos invita a pensar, y la historia nos ha demostrado que pensar es el primer acto de protesta.
 

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