Toda construcción requiere de una
sólida edificación. En efecto, las columnas del templo de Apolo, en Delfos —las
que sostenían la frase "Conócete a ti mismo"—, eran suficientemente
fuertes para sostener un gran principio, que trasladado a nuestro tema significa
conocer qué es un ciudadano, qué puede hacer en su esfera propia y en el ámbito
de los demás.
Una de las soluciones es la
formación de ciudadanos y la activación de éstos, lo que conllevará una gran
participación ciudadana que fortalezca los principios de una cultura de la
legalidad, del Estado de derecho y de una cultura de respeto, fomentando el
sentimiento de pertenencia a nuestro país.
Es imprescindible una cultura
cívica que involucre a todos los sectores, tanto privados como públicos. La gran
cruzada es la educación cívica de los ciudadanos. Debemos formar y educar
ciudadanos; de otro modo, seguiremos en un estado primitivo.
Un país fuerte se compone de
ciudadanos activos y participantes. No podemos ser simples observadores. Debemos
formar parte de este gran movimiento, integrado por todos los que queremos un
México mejor.
La construcción o formación de
ciudadanos es una de las mejores herramientas en materia de prevención del
delito, pues mientras más ciudadanos estemos del lado de la legalidad, habrá
menos delincuencia.
La formación de ciudadanos es muy
simple: actuar, participar, respetar las reglas de convivencia, ejercer nuestros
derechos civiles, exigir a los funcionarios públicos rendir cuentas,
asociarnos, formar grupos u organizaciones ciudadanas, denunciar las
arbitrariedades e ilegalidades, etcétera.
Hay que recordar una vez más las
palabras de Aristóteles: "La finalidad real de un Estado debe comprender
la mejor moral de sus ciudadanos, ya que debe ser una asociación de hombres que
vivan juntos para alcanzar la mejor vida posible"." Por ello,
mientras no tengamos ciudadanos civilizados, no podremos avanzar.
La conclusión es clara: tenemos
que formar, reconstruir y construir ciudadanos en los que impere un poco de
virtud. La formación de ciudadanos no es una tarea titánica. Podemos realizarla
si cada quien participa, de lo particular a lo general, de lo sencillo a lo
complejo. He aquí algunas propuestas específicas.
EL SALUDO
Saludar es tan simple como
transformar nuestros comportamientos o modos de conducta para poder convivir.
Una acción de lo más simple ¿no crees?
El saludo es la unidad de base
del reconocimiento de la existencia del otro. Demuestra el respeto en el
sentido original del término ("respetar" deriva del latín respicere.
Re: retorno o repetición, y specere: mirar). Está diciendo: "Te veo".
Crea la relación entre yo y tú. Serial de reconocimiento, también confirma la
pertenencia. Saludarse es decir: "Te reconozco como una persona que se me
parece"."
Más claro: cuando subes a un
elevador, muy poca gen-te saluda. Pero un saludo y una sonrisa no nos quita
nada, no es medible económicamente. Debemos pensar y actuar en positivo.
Decir un "buenos días"
verdadero es estar a la vez presente en uno mismo y en el otro; tener un proyecto
con la persona."
LAS PALABRAS
Dice el ciudadano Juan Contreras:
Nuestro lenguaje debe ser
constructivo; las palabras tienen el poder de ocasionar una guerra o de llevar
a la paz. [...] Recuerde que si está discutiendo con alguien a quien ama, puede
hacerlo con palabras constructivas y, qué mejor, con poco o mucho sentido del
humor."
LA CULTURA VIAL
Otro hábito sumamente importante
es la obligación de respetar las reglas de tránsito al usar nuestro vehículo.
Es una necesidad contar con una educación vial que nos per-mita tomar
conciencia de una conducción responsable, lo que nos lleva a promover buenos
hábitos de manejo y a respetar las vías de comunicación.
REGLAS CÍVICAS Y AMBIENTALES
Las reglas de civilidad y
ambientales que favorecen la convivencia deben ser respetadas. Ejemplos: no
tirar basura, no dañar nuestro entorno, no fumar en lugares prohibidos,
respetar el medio ambiente, no meterse a la fila cuando tomamos el metro, el
taxi o en el cine; es decir, no hacer lo que no te gusta que te hagan.
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