viernes, 25 de octubre de 2013

DERECHOS Y OBLIGACIONES COMO CIUDADANOS




¿Y YO DÓNDE FIRMÉ?

“Obligación” es una palabra que no suele caer bien a nadie. En cambio, solemos defender nuestros derechos a costa de todo. La siguiente parada en nuestro recorrido será familiarizarnos con los derechos políticos que tenemos por el simple hecho de ser ciudadanas y ciudadanos; pero para que el sistema funcione, también tendremos que conocer nuestras obligaciones.

Lo primero será comprender qué se entiende por derecho y por obligación. Para ponerlo en términos simples, diremos que un derecho es la facultad que tenemos de poder hacer algo; obligación, en cambio es algo que debemos llevar a cabo. En la obligación no tenemos opción, el derecho es optativo.

Hablar de obligaciones puede resultar incómodo, e incluso despierta varias interrogantes: ¿por qué tengo que aceptar las obligaciones?, ¿dónde y cuándo firmé?, ¿y yo por qué? La mejor respuesta que puedo ofrecer es que nuestras obligaciones están diseñadas para beneficiar al país. Y lo que beneficia a México será mejor para nosotros también.

La maestra y escritora Ikram Antaki escribió alguna vez acerca de los derechos y obligaciones, en el contexto del civismo, lo siguiente:

“El civismo) es una virtud que da nacimiento a todas las demás virtudes particulares y manifiesta una preferencia continua por el interés público. A pesar de ser una invocación de los derechos y de los deberes, a menudo el civismo se ve reducido a un discurso de las obligaciones, olvidándose su fondo de solidaridad colectiva. Orden público, orden moral, orden social, el civismo de los deberes busca instaurar una obligatoriedad. (…) El comportamiento cívico describe una actitud en relación con la regla colectiva, que trasciende el razonamiento binario: se trata de respetar la regla más allá de la presión que esta misma impone. El deber confiere derechos, el derecho impone deberes y supone un compromiso positivo.”

Es precisamente el civismo lo que nos ayuda a comprender que los deberes son en beneficio de todos, y por lo tanto del país. Los derechos, como bien escribió Antaki, sólo son posibles si aceptamos y cumplimos las obligaciones.
 
¿PARA QUÉ SIRVE MI VOTO?

Definido el voto como derecho y como obligación, creo que estamos listos para responder una pregunta más: ¿para qué sirve que votemos? Podríamos reformular esta pregunta si exploramos qué consecuencias, tanto directas como indirectas, tiene este acto político. Como ya vimos, el voto es uno de las acciones cívicas de mayor trascendencia. Tal como señala el político español Xavier Torrens, citando al catedrático Francesc De Carreras y al político español Joseph María Valles, las elecciones tienen grandes efectos en el sistema político; producen legitimación, gobierno y representación.

Es tal su naturaleza que algunos gobernantes consideran al voto como un espaldarazo para llevar a cabo sus programas políticos. Sin embargo, también es cierto que otros lo utilizan para satisfacer sus aspiraciones personales, como un peldaño para acceder a una posición de privilegio. Visto así, podríamos decir que el voto es una especie de diamante negro: una joya muy valiosa que, una vez electos, sirve en ocasiones a algunos para enriquecerse en forma ilegítima. Desafortunadamente, he tenido que ponerle color negro a este asunto, aunque no en alusión a la tinta que se estampa en nuestro pulgar cuando votamos, sino al servidor público o político que se aparta de los principios éticos y se enriquece a costa de los ciudadanos. Esto es peor todavía si pensamos que dichos servidores están ahí para representar a los mismos ciudadanos.

1 comentario:

  1. Si sirve mi voto... necesitamos el voto de TODOS.

    Que el voto sea OBLIGATORIO y no solo un privilegio al gusto del votante.

    Si todos los electores están obligados a votar, las elecciones dejarán de estar decididas por el voto duro que tienen cautivo los partidos. Los cargos públicos ya no dependerán de "mayorías" en las que sólo votan unos cuantos ciudadanos.

    Hacer obligatorio el voto y sancionar a quien no vote, es la única manera de hacer a cada ciudadano responsable de la vida política del país y de su localidad.

    La obligatoriedad del voto debe estar matizada por una salvedad importante: el margen para declarar válida una elección debe ser muy estricto. Quizá no deba concederse que haya más de un veinte por ciento de votos blancos o nulos. Si exceden de esa proporción, la elección habrá de anularse, repitiendo el proceso con otros aspirantes. Justifica la exigencia una razón muy simple: debe dársele un peso electoral a lo que ha sido hasta ahora el abstencionismo. El electorado debe tener a mano un instrumento para anular una elección cuando en calidad de candidatos sólo le ofrezcan perdedores lamentables como ha sucedido en los últimos 20 años.

    Proponer que votar sea una obligación, no apenas un "derecho", tiene un defecto evidente: la reforma constitucional necesaria al efecto DEPENDE DE QUIENES MENOS LA QUIEREN: LOS PARTIDOS POLITICOS.
    El cambio nos conviene a nosotros, los ciudadanos, pero es claro que los perjudica a ellos porque ya no podrán seguir medrando sólo gracias a sus votos de su base.

    Utilicemos el PODER CIUDADANO para obligar a los partidos a reformar la Constitución y hacer el VOTO OBLIGATORIO, por una democracia plena decida por TODOS

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